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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cuentos de Navidad: Parte II

Con el incansable reloj biológico marcando el paso de nuestras vidas, hemos conseguido superar sin consecuencias catastróficas la primera fase de las fiestas navideñas. En concreto, esa en la que existen varios factores de riesgo por lo que la noche (en teoría) buena, puede convertirse en una noche regular, mala e incluso fatal, para que nos vamos a engañar. Las variables que pueden transformar la noche en familia por excelencia en un infierno, son las siguientes:

·        El exceso de comida: de todos es sabido que aunque en nuestra vida diaria ya no falta el cordero, ni el marisco, ni el besugo, y que tenemos la facultad de darnos un atracón cuando nos salga de las narices, la noche de nochebuena es tradición ponerte como el tenazas si o si. Me viene a la cabeza esos sofás acogiendo nuestros cuerpos repletos tras la cena y esas manos que aún se siguen llevando a la boca ahora un mazapán, ahora una peladilla, mecánicamente casi de manera inconsciente y remojándolo todo bien en cava, “pa empujarlo”. Este hecho, normalmente, sólo tiene consecuencias en la báscula (que no es poco), pero en ocasiones desemboca en algún cólico que otro, dos días de empacho o incluso estreñimiento en los casos mas graves. Además y como daños colaterales, una nevera llena de restos de queso, bandejas de fiambres resecos, carnes y mariscos de las cuales tienes que seguir comiendo hasta nochevieja (después de haber vendido un riñón para comprar comida para media humanidad y dar por el saco al envidioso de tu primo no lo vas a tirar) y gente yendo a comprar al día siguiente con el carro para traerse “algo de fruta y unas cosas que me faltan, que vienen muchos días de fiesta”, la postguerra en ese sentido, también ha hecho mucho daño a este país.
·        Las gripes repentinas: no se sabe muy bien por qué, aunque los expertos creen que puede ser debido a que es en Diciembre cuando verdaderamente arrecia el frío, mas de un@, cuando ya se las prometían muy felices, ha visto reducida su nochebuena a meterse en la cama con un caldito y una tortilla de paracetamol.
·        Las eternas rencillas familiares: esas que permanecen todo el año en barbecho y que hacen que esa noche se espere con la misma tensión que el primer debate de Aznar y Felipe González, que alguno creía que se iban a terminar cogiendo de la pechera en vez de tirarse pullas educadamente, que es lo que normalmente se hace en nochebuena. Y si al final nos inunda el espíritu navideño y no lo hacemos, al día siguiente nos repetimos unos a otros: todo salió muy bien, como si hubiésemos atravesado un campo de minas sin consecuencias.
·        El mensaje del rey: algo absolutamente trasnochado y patético, que todo el mundo se traga y comenta al día siguiente no se muy bien por qué, ya que diga lo que diga ese señor se nos ha olvidado a la media hora y no tiene consecuencias de ningún tipo, aún a pesar de eso, tenemos que seguir sufriéndolo en los telediarios y periódicos del día siguiente.
El caso es, que cubierta la “operación nochebuena” sin mas consecuencias que algún kilo de mas, ciertos problemas intestinales y estomacales y un par de granos producto del exceso de chocolate y grasas, tenemos que contener el aliento y prepararnos para los encuentros en la segunda fase, o sea, la nochevieja.
A mi me gustaban mucho las nocheviejas cuando salía de jovencita hasta las ocho o las nueve de la mañana. Es verdad que pagabas un pastón de los de antes por entrar a la misma discoteca a la que ibas siempre pero con barra libre de garrafón, cotillón y los camareros vestidos de traje, pero entonces merecía la pena. Días antes, mis amigas y yo comprobábamos entre acojonadas e ilusionadas las previsiones meteorológicas para constatar que seguramente, esa sería una de las noches más frías del año. Con varios días de antelación, las mercerías se llenaban de chicas comprando medias especiales con brillo o algún toque de color, adornos para el pelo, guantes y otros complementos glamourosos.

Recuerdo que salíamos con un vestido todo fashion típico de esas fechas y que no se por qué, a pesar de estar en pleno invierno los hacen de tirantes, si a esto le añades unos zapatos de tacón que no tienes costumbre de llevar y que te aprietan en el dedo gordo y a las tres de la mañana ya no sientes las plantas por las que a través de ellas y de las finas medias de cristal que te has puesto para la ocasión, se te cuela todo el frío de las calles heladas, terminábamos el conjunto con un abrigo chulísimo que se tenía guardado para las salidas especiales y que invariablemente, o te lo quemaban en el guardarropa o te tiraban la bebida encima. Quemadura que además, siempre descubría mi madre al día siguiente:
- ¡Pues vaya quemadura que tienes en el abrigo, te lo han destrozado, un abrigo nuevo!.
Tu la mirabas a través de los pegotes de rimel que te emborronaste a toda prisa antes de meterte en la cama con síntomas de congelación y caer en ese sopor instantáneo que se consigue cuando estás medio cocida y que hace que te despiertes a las pocas horas con la lengua hinchada por la sed y la cabeza dando golpecitos, para murmurar entre dientes:
-         Habrá sido en el ropero, no me he dado cuenta
Después, te pasabas toda la tarde de año nuevo en el sofá, mantita en ristre, calentita, bebiendo agua y viendo “telefilmes” mientras por tu mente pasaban como flashes, recuerdos mas o menos agradables de la noche anterior. Si la cosa había ido bien, a mitad de tarde se sucedían las llamadas entre amigas para comentar los pormenores (que si este te había dicho, que si el otro te miraba, que si cuando fuimos al baño me saludo fulano...) hasta que mi padre me daba un toque, tengamos en cuenta que en esa época no había móviles y cuando empezaron no todo el mundo tenía acceso.

Ahora ya no es lo mismo, la edad y el cinismo que esta conlleva, te hace que el pagar un dineral por ir a un cotillón te parezca absurdo, el comprarte un vestido especial una catetada y el volver a las nueve de la mañana hecha migas un mal innecesario. Pues yo lo echo de menos. Esa, es la parte de la navidad que más me gustaba, la más mágica para un adulto, la que vuelve el mundo glamouroso por unas horas, la que durante unos instantes tras las campanadas, cuando abrazo a las personas que tengo cerca y les deseo feliz año, lo hago con sentimiento, deseándolo de verdad. Por si no nos vemos: UN ABRAZO Y  FELIZ AÑO NUEVO.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Cuentos de Navidad: Parte l

Parece que fue ayer cuando nos invadía como un manto de luz, color, villancicos y puestos de castañas asadas, la dulce navidad. Sin embargo, ya hace un año, que como en un exasperante e inacabable día de la marmota, se repitieron las mismas escenas con los mismos protagonistas, los mismos topicazos y las mismas mentiras de siempre. Y eso que todavía no nos hemos zambullido de lleno, pero espérate tu que avance esta semana que ya ya, acordaros de mi cuando abráis el correo o el facebook y esté inundado de frases empalagosas que te dedican personas a las que ni siquiera conoces...
Seguro que leyendo estos comentarios previos pensareis que soy un poco grinch, y aunque no vais desencaminados en lo esencial, lo cierto es que hay cosas de la navidad que me gustan, algunas incluso me gustan bastante, aunque muchas de ellas hace tiempo que no las experimento. Pero como aquí de lo que se trata es de sacar punta, quisiera analizar en este y próximos artículos, algunas de esas cosas que suceden en éstas entrañables fechas, hoy abriremos el fuego con la compra de los modelazos fiesteros.
Pues sí, llegamos al peliagudo momento en el que decido que me voy a comprar algunas prendas y/o modelis chulos para los días de salidas y entradas que se avecinan (recordemos que hace cuatro días que hemos cambiado el armario y entre lo que no me vale, lo que ya no me gusta y lo que tiro porque está viejo me he quedado con tres cosas) así que me encamino a las tiendas con la intención de no volver de vacío.
Como todo el mundo, yo tengo mis manías a la hora de comprarme ropa y de seguirlas, depende que llegue a casa de mejor o peor humor, por ejemplo: jamás entro en las tiendas pijas.
¿Qué entiendo yo por tiendas pijas? No, estáis equivocados si pensáis que me refiero a las tiendas de los grandes grandes como Prada o Dior, esas directamente ni las huelo; y no es porque no me gusten, que me gustan, es que soy realista y sensata y comprendo lo absurdo de comprarme un pañuelo de Prada que me va a costar tanto como el sofá de mi casa y que voy a tener que combinar con ropa del H&M que es la “boutique” que más frecuento. Además de una incoherencia es una ordinariez y un querer y no poder, así que directamente las borro de mi mente, no existen.
Las tiendas pijas a las que yo me refiero son esas boutiques normalmente pequeñas para dar sensación de pseudoexclusivas, que están decoradas como el salón de una casa (en ocasiones tienen hasta un sofá y una chimenea) y cuyos exhibidores con la ropa para el público consisten en un par de percheros de esos con ruedas, con tres (no es una forma de hablar, las cantidades son exactas) vestidos diferentes colgados, dos pantalones y una americana y doblados en las estanterías del mueble del “salón”, dos jerseys y un par de foulares.
Evidentemente la dependienta que en ocasiones suele ser también la dueña, espera detrás de un mostrador que imita a un escritorio isabelino (debido al escaso volumen de género la buena señora no tiene nada mejor que hacer) con el morro fruncido o cara de estar oliendo excrementos, que ya explicamos en el artículo anterior que es propia de la gente que se considera de clase superior aunque no lo sea. Pues yo ahí no entro. Primero porque no tienen tallas, segundo porque no tienen variedad, tercero porque no tienen espacio para que una mariposee por la tienda como es debido tocando y retocando y cuarto porque la gente que arruga el morro y yo no nos llevamos bien.
Tampoco entro en las tiendas que sin ser tan “exclusivas” como las anteriores, pretenden engancharte a través de la belleza. Me refiero no a la belleza de su ropa, sino a la de sus dependientas/es, que parecen sacados de un anuncio de colonia cara, es más, huelen así de bien. Los uniforman con trajes elegantes que les caen de maravilla y la longitud de una de sus piernas es la misma que la de mi envidia. En honor a la verdad diré que algunos de ellos son bastante agradables, incluso uno de una firma que no voy a mencionar por la publicidad y tal fue tremendamente amable además de extremadamente guapo, por lo que no sería justa si generalizara diciendo que te tratan todos mal o algo así. Es más, yo si es como en aquella ocasión que era una tienda masculina e iba a comprar un regalo, no suelo tenerlo en cuenta, pero reconozco que en las tiendas de ropa femenina si.
Las reglas del márketing y la mercadotecnia establecen claramente que un dependiente jamás debe hacerte sentir inferior, ya que de lo que se trata cuando uno se compra ropa es de que le suba el ego y la autoestima y esto si te atiende Claudia Schiffer es bastante difícil. Tu entras y la ves cruzar la tienda hacia ti a golpe de melena. Te lanza una mirada desdeñosa desde las alturas (te saca por lo menos 15 centímetros) y te pregunta:
-         ¿Puedo ayudarte en algo? – mientras te lanza una miradita disimulada de arriba a abajo sonriendo mientras sus ojos dicen: no, no puedo.
Después de un tímido cruce de preguntas y respuestas queda claro que para ti no hay nada que ella pueda ofrecerte, así que mejor me voy a las tiendas que me gustan que son esas grandes cadenas de tiendas de ropa que todos conocemos y que cuentan con enormes superficies y que están unas cerca de otras en las calles más céntricas de todas las ciudades.
En esas tiendas tienes kilómetros de percheros con prendas para mirar, el mismo modelo en distintos colores, precios asequibles, un diseño razonable y lo mas importante: todo el mundo pasa de ti. Por eso puedes probarte lo que te de la gana y reírte ( tú y en el probador) de ti misma y de cómo te queda una minifalda de pailettes, comprarte un vestido y si te encanta te lo llevas en negro, en rojo y en verde botella e incluso bromear en la caja con una de las dependientas que tiene 20 años menos que tu y luce un modelito tan imposible y recargado, que hace que doble impasible las dos camisetas de David Bowie y Ramones que llevas, la minifalda de pailettes que aunque te sienta como el culo te la llevas para un día ponértela en casa y echarte unas risas y el vestido negro en tres colores diferentes que dejan claro que es con el único que saldrás a la calle y mientras te cobra hace pompas de chicle con la boca abierta, y te comenta que están hasta arriba de curro y que la gente es una guarra porque se deja la ropa tirada en los probadores y que ayer se fue media hora mas tarde de su turno porque tuvo que ayudarle a doblar a su compañera de todo lo que tenían por ahí tirado, y te entrega la bolsa y te dice:
-         Gracias corazón. Como si fueses tu la veinteañera y ella la señora cuarentona que se niega a entrar en las tiendas pijas de señoronas.
Después de algo así, por ejemplo, me gusta tanto la navidad que camino a casa entro en un chino y compro una flor de pascua y unas bolitas.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Extraños en un tren

Desde hace aproximadamente diez años, vengo siendo usuaria habitual del tren. Cuando yo empecé a viajar, el tren en cuestión que tomaba, era el Alaris, tardaba en teoría tres horas y media en cubrir el trayecto (digo en teoría porque sufría de constantes retrasos y siempre en las fechas mas inoportunas) y se podía fumar en el asiento, aunque yo nunca lo hacía, prefería levantarme y ponerme a fumar en el espacio entre vagones y estirar las piernas o largarme directamente a la cafetería, donde pasaba casi todo el viaje.
Empecé a hartarme de mis idas y venidas en tren cuando prohibieron fumar o cuando yo lo dejé, que no se si fue antes el huevo o la gallina, pero el caso es que a partir de ahí, los viajes se me hacían eternos y terminaba con el culo cuadrao de tanto rato sentada, como vulgarmente se dice.
Ahora todo es mucho mejor porque con el AVE el tiempo se ha reducido a la mitad y cuando son viajes mas largos como el último a Córdoba, viajo con mi chico.
Para mí es mas agradable porque tengo alguien con quien hablar, comentar las incidencias del viaje y los reportajes de las revistas que es lo que hay que llevar cuando se viaja, algo entretenido que cuando te bajes, puedas dejarlo “olvidado” en el asiento. Para él, esto es bastante desesperante porque suele prepararse un kit de supervivencia compuesto por libraco, radio con auriculares, Ipad y todo lo necesario para aislarse del mundo, mientras que yo cargo con el “Cuore” y el “Qué me dices”, una bolsa de chuches y muchas ganas de hablar, como siempre.
El resultado final es varios intentos infructuosos de él por enfrascarse en el libro/película/música o todo lo que conlleve taponarse las orejas y enfocar toda su atención hacia el papel/pantalla/siesta, y varios intentos míos de sabotaje de dichas actividades, pongamos una interrupción cada 15 minutos hasta que un ruidoso suspiro y una mirada de advertencia, me indican que hasta ahí puedo tensar la goma, con lo cual me callo y me dedico a observar el panorama.
El tren en el que fuimos a Córdoba tarda 9,5 horas en cubrir todo el trayecto que es Barcelona-Málaga, y hace más paradas que la procesión del cristo de las siete caídas atravesando Albacete y Ciudad Real, con la consiguiente subida y bajada de pasajeros en cada estación.
No es por criticar, pero en cada parada de la inmensa llanura castellana, me venían a la cabeza tiernas escenas de películas inolvidables como “la ciudad no es para mi”o “Hay que educar a papá”, donde el inefable Paco Martínez Soria subía al tren con la gallina y la cesta.
En este caso y como los tiempos han cambiado, el atrezzo ha sido sustituido ligeramente y ocupan el lugar de la gallina enormes cajas de embutidos y/o fiambres, que digo yo que serán embutidos por las manchas de grasa que lleva la caja. Pues eso, estación de Valdepeñas, se bajan 12 personas y se suben otras tantas, normalmente parejas de matrimonios de mas de 60 años cada una de ellas cargada con la susodicha caja de quesos y chorizos. Ahora, billete en mano que suele llevar la mujer (recordemos que el hombre como macho ibérico que es carga con la caja de marras) proceso de buscar el asiento, no atino, que no llevo las gafas, venga María que hay gente detrás, conclusión: quédate atarantado diez minutos en medio del pasillo mientras descifras el número de asiento con diez pasajeros esperando avanzar. Una vez sentados y con la caja convenientemente subida a la bandeja portaequipajes, consiguen desfilar el resto hacia sus asientos, hasta que llega el momento de la última pareja.
Ella debe ser de las ricas del pueblo ya que va muy arreglada y peinada “de peluquería” luciendo el gesto ese de fruncir la nariz y el morrillo como si estuvieras oliendo excrementos tan propio de las clases altas, y él, lleva un abrigo “de los de paño bueno”, que diría mi abuela, y su propio periódico bajo el brazo, todo un signo de distinción y de ser amigo del cura y del alcalde.
El caso es que al llegar a sus asientos que casualmente estaban a continuación de los nuestros, los encuentran ocupados con una señora entrada en carnes en la que yo ya había reparado, ya que se había comido dos bocadillos sin respirar, uno que traía ella y otro que había ido a comprarse a la cafetería y después de comérselos, se había tumbado en los dos asientos a dormir la siesta con el culo orientado hacia nosotros y como no lo tenía precisamente pequeño, se le había bajado el pantalón hasta la mitad, dejando a la vista unas bragas enormes y de color indescriptible, a medio camino entre el blanco roto y el beige clarito (a saber si eran así cuando las compró).
El caso es que tuvieron que despertarla:
-  Perdone, estos son nuestros asientos.
La otra sigue durmiendo.
-¡ Oiga!– levantando el tono y dejando salir la choni que todas llevamos dentro– ¡que está sentada en nuestros asientos!
La dormida se levanta con el pelo revuelto, los mira desconcertada, recoge sus cosas sin mediar palabra y se traslada a otros asientos mas atrás.
- Sacude un poco el asiento, que está lleno de migas – le comenta la maquillada al marido con un poco de desprecio, antes de ocupar su buttaca.
Así habría quedado la cosa si en otra de las paradas, no hubiera sucedido exactamente lo mismo, una persona que le reclama el sitio a la dormida, esta que se levanta y recoge sus cosas y pasa hacia otro vagón comiéndose un tercer bocadillo y murmurando:
-   Jolín, ya me han cambiado de sitio dos veces...
¿Y el billete? ¿ Y el revisor? ¿Y esa forma de comer de manera compulsiva?, no lo sabemos. Esas preguntas quedaron sin respuesta. Pero el surrealismo no tiene fin y cuando fuimos a comer a la cafetería, la persona que atendía la barra durante el trayecto resultó ser mas vago que las mangas de un chaleco y no hacía mas que refunfuñar sobre lo cansado que estaba y el viaje tan malo que llevaba, incluso se puso a hablar por el móvil con su mujer quejándose de los pasajeros y sin preocuparle que le estuviéramos oyendo, tanto es así que después de comer le pedimos un café y salió del cubículo donde se había metido, resoplando y  haciendo aspavientos:
-         Es que estaba comiendo, pero no se preocupen que yo me quedo sin comer para ponerle a los señores el café, ya comeré mas tarde.

Yo me lo tomé con naturalidad tratando de no indignarme y decidí zanjar el asunto diciéndole  a mi churri en un aparte: - seguro que le ha cabreado la de las bragas de tanto pedirle bocatas y ahora hemos pagado nosotros el pato. Y como aún nos quedaban varias horas de viaje por delante, decidimos volver a nuestros asientos a la espera de nuevos acontecimientos...

martes, 22 de noviembre de 2011

Córdoba episodio dos: Don Luis o crónica del guía coñazo

Yo cuando visito una ciudad para hacer turismo y no me acompaña alguien que la conozca bien o que sea del lugar soy muy guiri.
Sí, lo reconozco, soy de las que piensa que a priori es mas guay irte por tu cuenta con la guía del viajero bajo un brazo y el mapa en la otra, pero en este tema es de los pocos en los que me convierto en una mujer práctica y sensata. Yo creo que la mejor forma, no de ver una ciudad, sino de conocer un poco su historia y sus por qués, como diría cualquier canción de José Luis Perales, es: o te sacas el ticket del bus turístico y vas cómodamente sentada y con un walkie talkie que te lo explica todo por un módico precio, que además te sirve como medio de transporte entre varios puntos cumbres de la ciudad, o te contratas una visita guiada de esas completas que duran toda la mañana y en las que una persona te lleva a los 4 ó 5 sitios mas relevantes, explicándote los pormenores, vida y milagros de cada uno. Después de hacer eso ya puedes dedicar el resto de días de tu estancia sin remordimientos a callejear, compretear, cometear y beberciar hasta reventar o hasta que se te acabe el dinero.
Pues bien, ateniéndome a esta norma no escrita de la guía Merino Morales del turista adelantado, nos contratamos en Córdoba una de estas visitas, que nos llevaría por los puntos mas emblemáticos de todo el casco viejo. Al llegar nos recibe, al en principio nutrido grupo de unas 40 personas, el inefable e ingenioso hidalgo Don Luis, alias “ que listo soy y que tipo tengo”,  quien nos recibió con una breve presentación de la que no recuerdo lo que dijo exactamente, pero que se puede traducir como:
“ Nen@, que suerte has tenido de que te toque yo, por X euritos de nada, te voy a contar unas historias que cuando acabe te rompes la camisa como Camarón”.
El tipo, según dijo, tenía dos carreras, era historiador, articulista, tenía tres páginas web, profesor universitario, guía oficial de la Mezquita, amigo del Charlton Heston (al parecer cada vez que venía a la ciudad le llamaba para que le guiara, juas, juas) y aún le sobraba tiempo para presentarle proyectos sobre la ciudad al Alcalde, que debe tener la papelera de escritos de este hombre hasta los topes.
El caso es que todo fue un fiasco, resultó como acostarse con un tío macizo que te las promete muy felices y que se pasa toda la tarde diciéndote que hará esto y lo otro y lo de más allá y que cuando llega el momento se queda dormido. Vamos, de los que amaga pero no dispara. Se pasó toda la visita prometiéndonos cosas que nos iba a contar cuando llegáramos a este o aquél sitio, y cuando eso sucedía, nos contaba dos historias trilladas y superficiales, pasaba al capítulo siguiente con promesas de mas y mejor y nos dejaba a dos velas.

El colmo ya del surrealismo vino en lo que el tal Luís denominó, con una gran riqueza de lenguaje digna de un historiador/catedrático/fantasma, “la parada técnica”, o sea, para ir a hacer pis mayormente.
Dicha parada tuvo lugar en una concurrida y amplia tienda de souvenirs con cafetería y  baño, donde antes de dejarnos pasar al WC, y seguramente para que nos entrasen mas ganas de mear, porque eso es lo que me pasó a mi, nos hizo propaganda de sus dos libros escritos sobre la ciudad, indicándonos que si los queríamos comprar pues ese era el momento y enseñándonoslo como si de una vulgar tele tienda se tratara, diciéndonos el precio y todo.

Transcurrido ya tan bochornoso y caradura momento, y haciendo todos caso omiso de su chabacano intento de hacer negocio (ni falta hace decir que no se lo compró ni el tato, yo creo que como represalia por la visita coñazo) llegamos al punto álgido del recorrido con los clientes ya mermados, puesto que muchos al parecer se habían hartado del pedante profesor y comprobando que lo único que iban a sacar en claro era un dolor de cabeza, o en el mejor de los casos ganas de acostarse la siesta, se habían largado por su cuenta a tomarse unos moriles con unas tapas o a hacer fotos.

Al entrar, a los que seguimos con él aguantando mecha, nos “regala” un folleto de esos que dan a la entrada de los sitios con una breve descripción y un mapita del recinto (ya se encargó de hacernos saber que lo había diseñado él) y nos “guía” por la mezquita intentando explicarnos algunas cosas más sin mucho éxito, ya que se trababa el hombre y perdía el hilo, se ve que como ya no le quedaba nada más de lo que presumir no acertaba con lo que quería contar. Tanto es así, que en un momento dado termina la explicación todo cabreado diciendo:
 -   Si alguno de ustedes hubiese comprado mi libro podríamos haber leído ahí esto mismo que les estoy contando, pero como no lo han hecho...
Dicho lo cual y tras explicarnos algo sobre las puertas por donde entraban las autoridades y sobre la excelente acústica del lugar, nos hizo una demostración práctica llevándose las manos a la boca a modo de bocina y poniéndose a emitir sonidos, era una mezcla entre el ulular de una lechuza y los cantos que llaman a la oración por megafonía en los países árabes. Impresionante, si lo pillan en Telecinco lo hacen una estrella.
Yo ya no quería saber nada ni de Averroes, ni de Abderramán III, ni de Manuel Benítez “El cordobés”. Lo único que quería saber era de donde sacaba el tiempo este hombre para hacer tantas cosas y por qué hacía de guía turístico un tipo que decía ser profesor universitario e historiador con dos carreras. Como podéis comprobar no me creía nada porque no hay por donde cogerlo, pero hubiera sido interesante escuchar su explicación...
En fin, que si alguna vez vais a Córdoba y contratáis una visita guiada y el señor que se os acerca es un hombre sonriente canoso y con barba, que os dice que se llama Luis y que cuando terminéis de “estar con él” vais a saber lo que es bueno , salid corriendo a compraros la guía del viajero, o a tomaros unas birras antes, que estando borracho igual hasta tiene gracia y seguro que por lo menos os traerá mas cuenta.
A pesar de Don Luis el Mesías de Córdoba, el viaje fue increíble y muy descansado, ya que fuimos en tren...por cierto que el que cubre el trayecto Barcelona-Málaga en 9,5 horas (sí, habéis oído bien) merece una mención aparte, os hablaré en la próxima ocasión de los trenes, esos grandes invernaderos donde crecen las anécdotas cual boletus en la lluvia.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Córdoba Episodio uno: La amenaza guiri

En el devenir de estas ultimas semanas, me he movido mas que los precios del mercadillo, que si pasas a las diez y media te piden 3 euros por dos kilos de tomates, si pasas a las doce son tres kilos dos euros y si vas a las dos menos cuarto cuando aprieta el hambre, por dos euros te llevas “ los que me quedan en la caja guapa”, que a lo mejor son cinco kilos.
El caso es, que para rematar un mesecito de viajes tanto en tren como en coche y por distintos motivos, digamos que combinando el turismo con las obligaciones, hemos culminado con una escapada en tren, esta vez si, sólo por placer, a Córdoba. Preciosa ciudad que recomiendo visitar fervientemente y que me ha deparado como no podía ser menos, un sinfín de anécdotas. Tantas y tan jugosas, que he tenido que dividir el relato en partes para no ponerme pelmaza.
Vaya por delante decir que lo hemos pasado divinamente y hemos disfrutado como enanos, pero a mi, esto del turismo, siempre me deja un puntito de mal sabor de boca con alguno de nuestros comportamientos vergonzantes cuando nos sacan de casa.
Por ejemplo, los souvenir que solemos comprar a nuestros allegados. Me he traído para uno de ellos, un delantal de lunares y volantes. Tengo yo uno con la receta de la paella impresa, otro con un mapa de Mallorca y los odio a los dos, menos mal que están ya llenos de lamparones y casi no se ven los dibujos, pero aquí me tenéis cometiendo el mismo error y llenando los cajones de las casas ajenas con un traje de faralaes para cocinar. Y lo mas triste es que cuando lo estaba comprando me gustaba, es mas, me encantaba el delantal a pesar de que todas las puertas de todas las tiendas de souvenir de la judería que eran unas cuantas, estaban llenas de delantales de volantes colgados. Cerrabas los ojos en la cama y veías volantes y lunares, pero aun así no paré hasta que me hice con el puñetero delantal para perpetrar un “regalo”, menos mal que en Córdoba al no haber playa, no me encapriché de una cestita llena de caracolas y estrellas de mar, ese fue el top ventas en Benidorm en 1980. Yo creo que rara es la casa de España que no tiene una cesta de caracolas o una jarrita que pone, “estuve en XXX y me acordé de ti”, pues ya te podías haber acordado de tu p...madre, seguro que pensó alguno cuando abrió el paquete.
Otro comportamiento que me crispa sobre manera (esta vez no fuimos nosotros), es el que tienen algunos turistas en los restaurantes. Seguramente antes de viajar se han empapado de las costumbres, gastronomía, cosas que ver y que comprar en su lugar de destino, además eligen cuidadosamente el restaurante en la guía de turismo, o por Internet, o se lo recomienda encarecidamente el recepcionista del hotel, con lo cual gozan de más información sobre “lo típico” que la guía campsa, pero todo eso no es razón suficiente para que, una vez sentados y con la carta en la mano y el camarero delante, suelten la horripilante frase que me recuerda a los catetos de ciudad del anuncio de la fabada:
-         ¿Qué es lo mas típico de aquí?
El camarero que tiene el culo y los oídos pelaos de ver y escuchar eso y cosas peores y además es un profesional, les canta tres o cuatro sugerencias tipiquísimas, a lo que viene la segunda parte sonrojante del dialogo:
-         Pero el salmorejo es aquí como en ...(póngase el lugar de residencia del merluzo)...con su huevo picado, su jamoncito por encima...
El camarero sin descomponer el gesto y con toda la educación, le responde:
-         Señor, yo no se como se hace en ..., pero el salmorejo cordobés que es el que se inventó aquí, si que lleva jamón y huevo.
El otro, lejos de pillar la fina ironía, encarga dos de salmorejo y algunas tapas mas de entre las sugerencias del sufrido empleado, después de coserle a preguntas (que si pica, que si lleva cebolla, que si esto está frito o a la brasa, que si es con salsa) y de soltar alguna “turistada” mas.
Dejando a un lado el aspecto guiri que todos llevamos dentro, también podemos fijarnos en la fauna y flora del lugar, aunque hay cosas que son iguales en todas partes, por ejemplo las gitanas que te ofrecen romero en teoría regalao, luego vas y le coges la ramita y te vas sin darles nada y te están lloviendo maldiciones cuando no insultos, hasta que las pierdes de vista.
A mi me dan un poco de miedo, pero reconozco que todo viene de un trauma de juventud. Un día, estaba con mi hermana y una amiga en el mercadillo del barrio del Pozo, que es uno de los mas grandes y famosos de Madrid y nos paramos en un puesto de toallas, recuerdo que por entonces, fumábamos todas y había varias personas con los cigarros encendidos, a lo cual el gitano del puesto nos dijo que cuidadito con los cigarros a ver si le íbamos a quemar el género.
Pues dicho y hecho, lo próximo fue el gitano exhibiendo la toalla con un agujero en el medio y diciendo (repítase esto con acento gitano):
-         Que hija de p..., fíjate como me ha dejao la toalla, si la cojo la mato...Como la pille la rajo, endevé la mala sombra...
Tuvimos que salir por piernas ya que el cigarro de mi hermana, era el que había causado el estropicio toallil.
Desde entonces siempre que veo a las señoras del romero me cambio de acera y así no tengo que rechazar su “regalo”.

Otro espécimen a tener en cuenta, es el maravilloso guía turístico que tuvimos en la ciudad y que da para un artículo en solitario, permanezcan atentos a sus pantallas y en breve les presentaré a Luis, alias “yo prácticamente construí la mezquita”.

jueves, 13 de octubre de 2011

Sonría por favor

Hoy vengo conciliadora. El motivo es que, repasando los últimos artículos, parece que en mi vida sólo se suceden personajes horribles. Dependientas estúpidas, vendedores ninja, y otros especimenes malencarados y la verdad, es que en este valle de lágrimas que es nuestra existencia, también se encuentra uno con personas deseosas de empatizar contigo, resultarte simpático y venderte dos o tres cosillas con una sonrisa. Vaya pues con estas letras, mi homenaje a esa gentucilla que uno se encuentra a veces y que consiguen que relajes un poco las arrugas del entrecejo para pasar a ejercitar los, al menos 13 músculos, que se emplean en una sonrisa. Aunque a veces, estas mismas anécdotas rayan también tanto lo absurdo, que estas sonrisas se convierten en carcajadas, voy a contar algunas que me han sucedido en estos días.
La primera anécdota nos pasó en la tienda de vinos que hay al lado de casa. Fuimos a comprar unas botellas para una cena que teníamos, y la simpática dependienta nos pidió el número de cliente. Resulta que el segundo apellido de mi chico es igual que un nombre propio y ella, como otras muchas personas, le hizo el comentario de que si era también nombre o apellido.
Él, le dijo que apellido, y que le pasaba mucho lo de que se lo confundieran, a lo que ella, deseosa de empatizar y ser agradable, le comentó que lo entendía perfectamente porque a ella también le pasaba, entonces nos aclaró:
-         Mi segundo apellido es Juan y siempre hay alguien que me pregunta si Juan también es nombre.
Reconozco que me tuve que salir a la calle a partirme el pecho a gusto, mientras ellos continuaban charlando con toda normalidad, como si no se hubieran dado cuenta de la burrada.
Vamos a ver, si el segundo apellido hubiera sido maría, todo correcto, pero si yo soy una tía rubia con el pelo largo y mechas, que me llamo Carmen por ejemplo, y mi segundo apellido es Juan, y a alguien se le ocurre preguntarme si Juan es nombre o apellido pues francamente, o pensaría que es retrasada, o que me tengo que quitar el bigote lo antes posible.
Claro, yo entiendo que ella en ese momento no fue consciente de lo que decía y que todo obedecía seguramente a su afán por ser amable y empatizar con el cliente, sólo por eso tiene disculpa.
La segunda, la protagonizó una oronda dependienta de horno, fuimos con mis cuñados a comprar un dulce y en un cómputo total de 6 frases que empleó la dependienta en cuestión, en formalizar la compra con mi cuñada, empleó las palabras: cielo (tres veces), corazón y bombón. También tuve que salirme, pero es que me vino a la cabeza la imagen de la dependienta arrancándose la cofia y diciéndole:
- Cieeeelo, pasa a la trastienda que te voy a enseñar el mazapán- y os juro que me dio un poco de grima.

De todas formas, tengo que reconocer que por muy surrealista que resulte, prefiero a la empalagosa dependienta del horno llamando cielo y bombón a todo el mundo, que a algunos cardos borriqueros que pululan por esos mercadonas de Dios, que a veces te dan ganas de darles un euro por si les debes algo y no te acuerdas y por eso te miran así, perdonándote la vida. Pero seguro que a las pobres con lo que cobran, ser amables no les entra en el sueldo.
Y ya para terminar, me llega una noticia de alcance, parece ser que la UE, ha prohibido que los niños menores de ocho años inflen globos sin la supervisión de un adulto, así como que utilicen matasuegras.
Estoy segura, que estas medidas se toman porque todo va tan bien, que los señores de la Unión Europea no tienen trabajo y para salvaguardar sus puestos se dedican a aprobar medidas como ésta, si no es así, no me extraña que nos vayan las cosas como nos van.
Pero entonces ¿qué clase de infancia tuve yo? ¿a que peligros y horrores me sometieron mis padres dejándome inflar globos sin ningún control? La próxima vez que discuta con mi madre ya tengo un arma contra ella:
-    Tu que vas a hablar, si me dejabas usar un matasuegras antes de cumplir ocho años, ¡inconsciente!.
Por favor, alguien que, urgentemente, limpie de necios las instituciones antes de que el virus se propague y nos volvamos todos lelos. Sí, ya se que es mucho pedir, como diría mi abuela, parece que nos ha hecho la boca un fraile.

jueves, 6 de octubre de 2011

No es lo que parece...

He estado viendo un reportaje precioso sobre los trampantojos. Son esos murales pintados que se hacen en fachadas, paredes o suelos y que engañan a la vista haciendo que veas cosas que luego, al acercarte, no son lo que parecen. Ahora reflexionando, me doy cuenta que no hace falta pintarte un mural tan chulo para simular cosas que luego, una vez te acercas, resulta que no son lo que en un inicio parecían, la vida está llena de trampantojos y para que os deis cuenta, os voy a poner varios ejemplos:
Los precios de mi peluquería son un trampantojo total. Resulta que voy a una de estas franquicias que pululan por la ciudad y de las cuales no voy a dar el nombre que una no sabe quien la lee y tengo que ir dentro de nada, pero que tiene siempre unos carteles enormes en los escaparates con unos precios estupendos. Bueno pues doy fe de que a mi jamás me han cobrado lo que pone en el cartel, es mas, cuando voy a pagar da igual lo que me haga (cortar y peinar, teñir y cortar, lavar y peinar etc) y me dicen el importe, cualquier parecido con la realidad del cartel del escaparate, es pura coincidencia. Encima como yo soy tan pava, me da vergüenza preguntarles por qué nunca me cobran lo que dice en su publicidad. Una vez lo insinué y se pusieron a darme explicaciones sobre productos que me habían puesto, que si tenía mucha raiz, que si tenía el pelo muy largo y la oferta era para cabellos cortos y medios, en fin, tantas y tan absurdas, que al final me dolía la cabeza y consideré que lo que tenía que hacer era ignorar los carteles y pensar que sólo eran fotografías decorativas.


Otro ejemplo de trampantojo es la fruta envasada del supermercado del corte inglés. A veces uno va y ve esas bandejas variadas que tienen una pieza de cada variedad y piensa: que piezas de fruta tan bonitas, gordas como cabezas de niño, y lustrosas, si parecen de cera...SON de cera, y si no lo son no saben a fruta, en realidad, no saben a nada, uno piensa que se está llevando la flor de la fruta (como dice mi suegra) y en realidad se está comprando un frutero con piezas de goma de esos que ponen en las cocinas horteras y lo malo es que ésta te la comes, eso sí, la pagas al precio de cabezas de niño con forma de manzanas, trampantojo de los gordos.
Otro trampantojo descarao, son los artículos que se venden por catálogo, la ropa, los cosméticos o las cosas de la casa, en esos sitios nada nunca es lo que parece. Yo reconozco que he picado en alguna ocasión comprando en Venca o similar y francamente, lo que parece una camisa estupenda es de una tela tan tiesa que para poder ponértela la tienes que lavar primero en agua caliente para que pierda el exceso de “apresto” porque se mantiene sola en pie (esto del apresto lo decía mi abuela), y además rasca, y además o te sobran tres metros o te falta medio metro para que te abroche, y de los complementos del hogar mejor no hablar, lo que en la revista parecía madera, era del mas burdo plástico marrón. Ahora de devolverlo ni hablar, que para conseguirlo tienes que volver a embalarlo, volver a certificar el paquete, pagando tu por supuesto, y esperar que te devuelvan el dinero 3 semanas después, solo el del producto porque los gastos de embalaje y tal son cortesía tuya, trampantojo total.

Uno mas de mis trampantojos se lo voy a dedicar a la Duquesa de Alba, lo de esta señora es un trampantojo de primera. Primero lo fomentan los medios de comunicación diciendo que su boda es el fruto del amor, ¿se están riendo de ella en su cara o que? ¿acaso no la han mirado bien? Un poco de seriedad por favor, la señora tiene 85 años, está hecha un guiñapo, y cuando habla me recuerda a un muñeco de la serie “Spitting image”, por el contrario el es un sesentón de no mala planta que todavía podría aspirar a algo mas. Todo el mundo sabe que él va por solucionarse la vejez y ella porque para lo que le queda en el convento, se caga dentro, y si se tiene que comprar un “jovencito” que le ponga la cuña, pues se lo compra, pero mejor tomamos por tonto al personal y decimos que es por amor, trampantojo. Y el segundo trampantojo lo protagonizan los hijos que primero se niegan a la boda para proteger a su madre y después consienten cuando les reparte la herencia, tramapantojo egoísta.



Y el último de mis trampantojos, viene a ser este mismo artículo, parecía que de este tema no se podía sacar mucho y por lo menos, le he sacado punta...¿Trampantojo?.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Trucos publicitarios

Tengo que decir que desde que me asomo a este palomar y arremeto contra todo lo que se mueve, estoy mucho mas atenta a lo que me rodea y me estoy (además de ahorrando una pasta en psicoanalistas psicólogos, curas, y otros profesionales de poner la oreja y la mano) dando cuenta de la cantidad de cosas que ocurren a nuestro alrededor en las que apenas reparamos. Cosas absurdas, a veces delirantes y casi siempre, dignas de análisis, por ejemplo la publicidad.
Es mucho lo que se ha hablado sobre lo que engañan los anuncios, sobre las ridículas e inverosímiles historietas que a veces narran o sobre lo poco que tiene que ver a veces el anuncio en si, con el producto que te intentan colar, pero yo pretendo ir mas allá.
Los anuncios de limpieza siempre han sido los mas desastrosos e infumables:
¿Alguien se ha percatado de lo extremadamente sucio que tiene el water la señora del anuncio de cilint bang? Esos chorretones en la taza no sabía yo que existían hasta que fui a ver un piso de estudiantes para alquilar, y ni siquiera llegaron a enseñarme el wc pero extrapolando los datos de cómo tenían el horno puedo hacerme una idea de que sería algo parecido.
La cuestión es que en el caso de los estudiantes, la cosa es entendible, pero no puedo comprender que esa señora con su impecable blusa de seda y sus pelos sin moverse uno de su sitio, tenga los baldosines del cuarto de baño como los de el wc de la estación de Atocha y siendo así, que encima vengan con el cilling bang y una esponja suave, le den una pasadita así sin frotar ni nada y queden como los chorros del oro. Básicamente está llamando guarras a media humanidad, resulta que una frotando con el estropajo, limpiando azulejos, haciendo limpiezas en profundidad que te dejan que cuando acabas te tienes que duchar porque estás sudada sin tener la mitad de porquería que tiene esa señora, y resulta que viene el del cilling bang y de una pasadita le deja el baño que parece que lo ha reformado.
No es que yo sea aquí “la que lava mas blanco”, es mas, realmente paso bastante de la fregona y demás enseres, reconozco que me gusta el orden e intento mantener cierto estado de limpieza en la casa, pero tampoco voy pasando el dedo, ni en la mía ni en la de los demás. Es por ello que se me hacía particularmente odioso el mayordomo de Tenn y su repelente frase de “el algodón no engaña”.
Para mí, este anuncio en su momento, era machismo en estado puro, un tío vestido de mayordomo pasándole el dedo a una señora que acaba de limpiar, ya estamos tratando a las mujeres como criadas y el que viene pasando el dedo y diciendo que quedan restos, como no, tiene que ser un hombre, pues hijo si quedan restos la próxima vez lo limpias tu y si no quieres, ya te diré yo por donde puedes meterte el algodón.
Luego, para los que son de mi quinta o mas antiguos, seguro que recuerdan al tipo de Colón que era el director de la empresa y salía en el anuncio como “er patronsito”, él delante con traje y corbata y todos los empleados con la bata puesta detrás en posición de firmes.
El tipo terminaba el discurso señalándote con el dedo y retándote a que: “busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”...¿Le diría eso alguna vez a su mujer cuando se quedara desnudo? Seguro que no.
El caso es que tuvo muchísimo éxito y la frase se hizo súper famosa, sobre todo porque el anuncio es antiguo y antes no se hacía Sálvame de luxe, que si no, seguro que habrían hundido al pobre hombre llevando al programa hordas de mujeres que: “ buscaron, compararon, encontraron algo mejor y lo compraron”.
Y luego claro, los publicitarios no son tontos y cuentan con la ayuda inestimable de la audiencia, o sea, nosotros, que como nos gusta mas una frase machacona que a un tonto un lápiz, enseguida la hacemos nuestra para todo.
De ahí que de las frases ingeniosas se pasara a las cancioncillas absurdas, veamos algunos ejemplos de ambas:
Tenemos chica nueva en la oficina, que se llama Farala y es divina” – ni que decir tiene que la colonia era una caca pero ese año, dos de cada tres jóvenes aunque sobradamente pijas que aspiran a modernas, la llevaban.
La canción de las compresas,” – que no se como se llama pero que consiste en una cancioncilla rápida en la que no se entiende nada, pero que cuando la oyes te pones a mover el pandero como si fueras la del anuncio, por si alguien no lo recuerda es ese en el que un montón de tías en minifalda bailan el bim bom, todo ello para explicar que la compresa de marras no se nota.
Cuando un desconocido te regale flores, eso es impulso” – madre mía, no se vendieron botes ni nada, ahora, ramos de flores yo creo que no tantos...
En fin queridos, que la publicidad es engañosa, exagerada, nos trata de tontos y encima aciertan, y si no, fijaos, aquí estoy yo años después tarareando:
Es la Española una aceituna como ninguuuuuna”, mientras escribo estas palabras, al fin y al cabo, las cosas de la tele son también trozos de tela de la colcha que es la vida.
A ver si me lee un publicista y me quiere comprar la frase para un anuncio de turrón.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Lorzas, mentiras y fin del verano

Bueno, ahora sí. Las vacaciones han llegado a su fin y no hay vuelta atrás. Hasta el año que viene no tendremos que padecer el primer día de bikini con las lorzas blanquitas. Aunque no lo creáis todavía hay quien piensa que estando muy moreno se le nota menos que está gordo, nunca supe de donde salió esa leyenda urbana pero así es. Si no me creéis, el año que viene fijaos, llega un veraneante entradito en carnes a su primer día de playa. Vestido, planta la sombrilla, abre las sillas, se quita los zapatos, se hace el remolón y cuando ya no le queda mas remedio, con la cabeza gacha y un gesto de pudor se quita la ropa y deja al descubierto todo un invierno de cocidos y paellas que ni el mes que lleva yendo al gimnasio al que se ha apuntado a toda prisa ni la dieta Dukan machacahígados, han conseguido eliminar del todo, le ha pillado el toro y lo sabe, se le nota en la cara mientras dobla apesadumbrado la camiseta.

Ahora, si tenéis la suerte de seguir coincidiendo con este mismo bañista una semana mas tarde, le veréis llegando a la playa sin ropa, con la sombrilla al hombro, el sombrero puesto y a pecho lobo, un pecho moreno, eso si, pero igual de gordo que antes, o mas, que ya se sabe que el chiringuito no perdona. En siete días de ponerse en bañador ha perdido la vergüenza, el pudor, y el sentido de la realidad, volverá a su casa tan feliz, tan moreno y tan gordo como antes, pero más guapo porque cuando se ducha se mira la piel dorada y se ve favorecido, cuestión que quedará desmentida cuando revele las fotos playeras y sólo pueda enseñar cuatro, pero bueno, luego cuando se le quite el moreno y el embrujo y se vuelva a ver tal cual es, llega el invierno y se pone el sayo y hasta la próxima.
Sin embargo, eso no es del todo cierto, todavía perduran en nuestro cerebro los malos momentos vividos ese primer día de playa, cuando nos despojamos ante los bañistas antiguos y ya morenos (por tanto mas delgados que nosotros), de nuestra ropa, despojándonos al mismo tiempo de la dignidad, y como lo tenemos reciente y todavía nos pica al recordarlo, nos apuntamos a un gimnasio al que iremos el primer mes con una fe inquebrantable, pensando en ponernos tod@s buenorr@s  y dando en las narices el año que viene, al gordo moreno y descarado de turno que nos mira con guasa cuando nos quitamos la camiseta, como si su tripa fuese de oro molido (ojalá).
El caso es, que con los primeros fríos y el cambio de hora, en cuanto llega el primer día en que a las 7 de la tarde se hace de noche y estás tan calentita, decides que hoy no vas, que por un día no pasa nada y ahí, tenemos el principio del fin. Pero no nos daremos cuenta hasta el año que viene, cuando un poco mas gord@s y un poco mas viej@s que este, luchemos de nuevo contra la vergüenza.
A pesar de todo esto que os explico, estoy contenta, durante mis vacaciones he recibido una muy buena noticia. El PP va a crear 3,5 millones de empleos. Eso sí, hay que esperarse a que ganen las elecciones, ellos saben como salvarnos, lo tienen claro, han encontrado la piedra filosofal, el bálsamo de fierabrás, las claves del éxito y el secreto de la alquimia:

Señores, ellos van a conseguir que 3,5 millones de esas personas, es decir, todos los que son parados reales que quieren trabajar, pueden obtener un empleo, pero no te lo van  a decir así por las buenas en cualquier momento, a ver si te has creído que solo porque el país esté medio hundido con 5 millones de parados, van a desvelar su secreto antes de tiempo. No hijo, hay que esperar a Noviembre, ya lo dice el refrán, lo bueno se hace esperar, así que yo lanzo un mensaje a todos mis compañeros parados y desesperados:
-         Tranquilos, en Noviembre tendréis trabajo, sólo es cuestión de un par de meses, que es eso para vosotros compañeros que lleváis años en esa situación, nada, unas vacaciones. Disfrutad al máximo de estas pocas semanas de parados que os quedan que en Noviembre...¡todos a currar!.
Cuando lo vi en las noticias pensé en, si cuando llegue al gobierno y no cumpla su absurda promesa, y alguien tenga a bien recordarles esta patraña electoralista y peligrosamente demagoga, el señor Rajoy no se sentirá un poco como nosotros en la playa, avergonzado ante sus miserables lorzas blancas de mentiras, seguramente si. Pero seguro que también como nosotros en la playa, a medida que se va "bronceando" termina perdiendo la vergüenza, la dignidad y hasta el oremus, seguro que cuando se vea en el telediario bajo los focos, hasta se ve mas guapo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Se vende

La primera vez que me sucedió casi me lo tomé a broma. Estaba yo tranquilamente en casa cuando llamaron al timbre. En mi caso mirar por la mirilla habitualmente sirve de poco porque sea quien sea, seguro que no le conozco, resulta mas eficaz mirar primero para “ver que pinta tiene” y después preguntar quien es.
En esta ocasión se trataba de un joven trajeado acompañado de otro joven trajeado que llamaba a la puerta de enfrente, al preguntarles quienes eran, acudieron ambos como moscas a la miel. Eran de Iberdrola y les abrí, por primera, única y última vez, les abrí.
Recuerdo que me soltaron una serie de frases rápidas e inconexas en las que eficazmente, incluían cada poco las palabras descuento, ahorro y pagará menos, pero yo seguía sin enterarme, así que como pude les corté y conseguí meter baza para preguntarles:
-         Pero a ver ¿ustedes que es lo que venden exactamente?
Aquí ya la máquina de escupir palabras se relajó y me dijo que le trajera una factura y la cuenta bancaria para que me pudieran aplicar los descuentos que me había comentado.
Así sin mas, evidentemente me negué, les tuve que explicar yo los verdaderos motivos de su visita que no era mas que intentar que me cambiara de compañía y decirles que dejaran de engañar a la gente y hablaran claro, dicho lo cual les cerré la puerta para siempre.
Pues si os habéis creído que esto les desanimó, estáis equivocados. Los jóvenes aunque sobradamente coñazos de pelo engominado y aire chuleta, siguen viniendo al menos una vez por semana, llaman al timbre insistentemente, vocean como los vendedores de melones de antaño:
-         ¡¡Señoraaaaa Iberdrolaaaaa!!
E incluso en ocasiones, dan golpecitos a la puerta a la vez que tocan el timbre. En una de estas ocasiones, decidí volver a abrirles solo para indicarles que ya habían pasado por aquí y les había dicho que no me interesaba, pues lejos de abochornarse, uno de ellos me miró con descaro y me dijo:
  - Ya pero como nunca nos abre la puerta...
El mundo de las ventas se ha vuelto agresivo hasta el punto de ser casi delictivo, no entienden un no por respuesta, no conocen el libre albedrío. Sólo porque están ahí ganándose el pan, cosa que me parece muy bien, se creen con derecho a invadir tu espacio, tus conversaciones e incluso si te niegas a escucharles, a ponerse groseros. El otro día en un centro comercial cercano a mi casa, han instalado una especie de mostradores de cristal en el que, este tipo de señoritas agresivas esculpen uñas de porcelana, venden tarjetas de crédito, seguros de automóvil, tratamientos de belleza o lo que sea. El caso es que iba yo tranquilamente hablando por el móvil y me abordo una de estas jóvenes aunque sobradamente maleducadas:
-         ¡¡Hola, ¿quiere esculpirse las uñas?!!
-         No, gracias – contesté yo señalando el móvil e intentando seguir mi camino.
Pues no. Como había cometido el error de pararme y atenderla, le importó poco que estuviese hablando por teléfono o que le hubiese dicho que no, me acorralaron entre ella y la de la tarjeta Citibank y no dejaban de explicarme cosas, al final estuve a punto de ponerme a gritar como una loca:
- ¡¡¡¡Que no me interesa Joder!!!! – mientras les daba collejas con el móvil. Agresivo, lo se, pero esta gente tiene la virtud de sacar lo peor de mi.
Seguro que alguno de los que estéis leyendo esto, pensareis que soy un poco tiquismiquis y un mucho cascarrabias. Sinceramente, espero que uno de estos días en los que la noche anterior habéis salido de juerga hasta altas horas, por la mañana habéis tenido un sinfín de asuntos por resolver, y justo después de comer, mientras os tomáis una manzanilla para ver si se os asienta el estómago mientras os vais quedando amodorradas, os empiece a sonar el móvil insistentemente, que sea un número desconocido y que cuando contestéis, después del cuarto: ¿Dígame??? Que emitáis cabreados, os salude una dulce voz caribeña diciendo:
-         Señora fulanita, le estamos llamando de XXX, con que compañía tiene su teléfono móvil? Queremos hacerle una oferta...bla, bla y bla.
Si le echáis morro, podréis cortar la cantinela a tiempo y si no, os esperan 20 minutos de discurso en los que las palabras megas, oferta, céntimos por minuto etc, os taladraran la cabeza sin piedad. En el mejor de los casos os habrán fastidiado la siesta y nada más, pero en el peor, sin saber como, habréis terminado dándoles vuestra cuenta bancaria y portando vuestra línea de teléfono a otra compañía mucho peor, y de los descuentos prometidos, si te he visto no me acuerdo.
Ante semejante acoso solo se me ocurre daros un consejo, cerrad las puertas, no contestéis llamadas de números desconocidos y sobre todo, cuando os aborden en la calle, murmurad algo ininteligible mirando al suelo y apretad el paso, de otro modo os esculpen las uñas en un plis.

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