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martes, 26 de julio de 2011

Tinto de verano

El ser humano es a veces incomprensible. O sea, yo. Lo pensaba el otro día mientras cambiaba unos pantalones en una tienda de chinos. Pues sí, los compré allí y no tengo excusa, ni siquiera decir que no eran para mí sino para mi sufrido churri que a veces, paga las consecuencias de mis actos absurdos.
Los chinos están ya por todas partes. que conste que esto no lo digo porque a mi me molesten ni porque sea xenófoba, me limito a constatar un hecho. Y he de reconocer que el tema da un poco de miedo porque no hacen ruido, no se cuelan en el metro, no hacen barbacoas en los parques públicos y no llevan el merengue a todo trapo en el móvil cuando viajan en el metro, ni salen en España directo pidiendo un piso, quizás es por eso por lo que se han integrado, dentro de su diferencia que la tienen, mejor que nadie.
Ellos llegan discretamente, abren su tienda de todo a cien, de ropa o su bar con sus pinchos de tortilla y sus croquetas, nada de rollitos de primavera y arroz tres delicias, y a triunfar.

Pero ¿cuál es el secreto de su éxito? Primero la cantidad de horas que trabajan, eso es indiscutible, normalmente abren hasta domingos y fiestas de guardar, lo cual en un país en el que si abrieran el corte ingles a las tres de la mañana seguro que había una familia con cara de sueño haciendo la compra de la semana, es muy de agradecer.
Segundo, lo barato que venden. Da igual que compres una espátula y en cuanto la uses la primera vez se te parta por la mitad como si fuera de mantequilla, con lo barata que te ha costado te da para bajar cinco veces y comprarte cinco espátulas, que es justamente el número de ellas que necesitas, para comprobar que te ha acabado costando lo mismo que una buena y encima has tenido que ir cinco veces a la tienda, que ya acabas mirando las esquinas a ver si encuentras la cámara oculta.

Con la ropa pasa lo mismo, los pantalones que había comprado yo en concreto, tenían el mismo perímetro de cintura que de pierna. Vamos que de tripa le faltaba para que le abrocharan como dos palmos y de muslo parecían de campana, el tema de la talla es pura fantasía, para que parezcan hechos con algo de criterio, nada más.
Como no nos devolvían el dinero y amenazaban con hacernos un vale y tener que volver, me puse a mirar como loca por la tienda que era enorme, todo hay que decirlo. En un primer perchero estaban los vestidos veraniegos o sea, eran como los vestiditos que les hacía yo de pequeña a las muñecas pero con nido de abeja, cogía un trozo de tela cuadrado y le ponía dos agujeros para meter los brazos y otro mas grande para la cabeza y largo hasta los pies y hala, a 10 euros la pieza, eso si, fresquitos eran fresquitos porque esos los lavas dos veces y te quedas en bragas en plena calle.

Total, que acabamos comprando unas bermudas que quedaban a mitad de pierna, digamos piratas con hechuras de bermudas y una camiseta color morado y dibujo indescriptible, que debo lavar sola porque seguro que destiñe. Encima mientras vas mirando, te acompaña por todo el pasillo un chino con cara de malas pulgas y actitud de segurata sin uniforme, por si te da por meterte algo en el bolsillo sin pagar. Si, es en serio, piensan que igual tienen algo que mola tanto que lo quieres robar, que te dan ganas de darte la vuelta y ponerte a gritar como una loca:
-         ¡Deja de seguirme hijo, que ni aunque me pagaras tu a mi me llevaba yo esa falda!

El tema de los bares es distinto. Las cervezas las tiran aceptablemente y los calamares y las bravas están igual de aceitosas que si las hiciera un español, el tema es cuando te cantan las especialidades y te recomiendan “ toleno” y “tito velano”, que hasta que descubres que quieren decir torreznos y tinto de verano, igual pasa su buen cuarto de hora...
Con toda ésta crítica corrosiva, seguro que más de uno se estará preguntando por qué entré y compré los pantalones o por qué seguramente mañana o cuando sea, vaya y compre allí la espátula o el cuchillo que necesite en vez de irme a una tienda normal y pagar cinco veces más. La respuesta es sencilla: porque soy humana y todavía pienso que voy a encontrar el chollo de mi vida, la ganga del siglo, mi el dorado particular, si me estuviera leyendo mi abuela me respondería con otro de sus refranes:
No atan los perros con longanizas y nadie da duros a cuatro pesetas.
Ya abuela ya, y si los dan y los muerdes, seguro que son de chocolate.

miércoles, 13 de julio de 2011

Noches de Karaoke

Yo nunca había estado en un karaoke. Las razones son las mismas por las que nunca he hecho puenting o no me he apuntado a clases de guitarra. Tengo vértigo, soy zurda por lo que aprender a tocar la guitarra para mi es mucho mas difícil que para los demás y yo los retos ya los asumo con precaución, y canto como un gato al que le han pisado el rabo, o peor.
Tengo que reconocer, eso si, que me he quedado fascinada con el mundo que se mueve en torno a los karaokes. Ya había oído algo por un chico que conocí una vez, que frecuentaba uno y que, según el, estaba especializado en Nino Bravo. A lo que se ve, la gente que frecuenta los karaokes acaba haciéndose con un repertorio y todo.
El caso es que fuimos al karaoke a celebrar el cumpleaños de un amigo, el pub es de una amiga de su mujer y esta le había preparado una fiesta, así que cuando llegamos no había nadie y cuando aquello se abrió al público, ya estábamos un poco cociditos. La experiencia fue reveladora y flipante al mismo tiempo, diría aquello de “ hay otros mundos pero están en este”...
Cuando abrieron las puertas al público en general, el bar se pobló de la autentica fauna karaokil, y no tiene desperdicio.
Vaya por delante mis respetos a unas personas que, entiendo que pasan así su tiempo de ocio los fines de semana porque les gusta cantar y se lo toman muy en serio, desconozco si alguno de ellos se ha presentado a operación triunfo, pero si es así, está claro que no les han cogido y por qué.
Primero entró Tina Turner, vamos, la de verdad no, entró la de aquí, una señora ya entradita en años y en carnes, con la permanente igual que la de la Antonia de los Morancos y el pelo teñido de caoba.
Cuando llegáis a una edad y pretendéis modernizar vuestra imagen, nunca, repito, nunca os tiñáis el pelo de caoba. Se de lo que hablo, yo me he teñido el pelo de caoba y lo único que consigues es un efecto boomerang, es decir, pareces con mas años y mas antigua que antes, no se por qué.
Nuestra Tina, además completaba su atuendo con una camisa de rejilla, sin comentarios, y no recuerdo ya, si un pantalón o una falda, quise fijarme pero había tanta tela que cortar que no dí para más. Además no estaba sola, la acompañaba un “mozalbete” con camisa de cuadros y una barriga más que considerable, una rubia de mediana edad ni fu ni fa o sea, rollo madre con camisa de volantes y falda de esas de largo indefinido, y un joven de unos cuarenta y tantos años con pinta de empollón, es decir, gafas redondas, camisa blanca abrochada hasta arriba y metida por dentro. Semejante cuarteto ocupó, como no podía ser de otra forma, la mesa mas cercana al escenario.
Se sube Tina al escenario la primera (quien dijo miedo) y se marca un dúo con el de las gafas, todo muy bien cantado, muy bien las voces, y sus acompañantes escuchando con seriedad y respeto, como debe ser. Mientras, el local se iba poblando muy lentamente de otros maduritos cantores que aguardaban su turno muy formalitos sentados mientras se tomaban una copa, todo muy profesional.

Hasta que llegamos nosotros, los borrachos sinvergüenzas y nos subimos a cantar “ tengo la camisa negra” todas las mujeres. Dios, yo cantaba mal pero es que mis compañeras no se quedaban atrás, yo creo que peor que yo, aunque eso es una apreciación totalmente parcial, por lo que no debe ser tenida en cuenta. Y los profesionales con cara de haber profanado su templo de arte...y eso que aún les quedaba lo peor, porque después de bajar nosotros se subieron los chicos a cantar “ soy minero”, perdido ya el respeto y el pudor. Para haberlo visto. Lo que peor me sabe es que esa noche les destrozamos en entretenimiento a los karaokeños profesionales que después de nuestro infame espectáculo, siguieron subiendo como si nada a deleitarnos con sus melodiosas voces, yo en honor a ellos y por lo que pude observar, he creado el decálogo del cantante de karaoke profesional, por si alguno quiere meterse en el ambiente:
1-     Amarás a Nino Bravo y a Francisco sobre todas las cosas.
2-     Mientras no te toque cantar, permanecerás sentado en silencio, escuchando como si fueses el jurado de operación triunfo.
3-     Si eres mujer, tendrás que esperar a estar entradita en años y adoptarás un supuesto look moderno que te hará aparentar exactamente la edad que tienes pero con el pelo caoba o rubio a mechas.
4-     Si eres un hombre te decidirás o por el look dejado o por el look inadaptado social ya que en tu caso, lo compensarás con la voz.
5-     Si te decides por el look dejado te dejaras crecer una barriga prominente y aspecto de padre de familia de los de antes que se bajaban al bar toda la tarde.
6-     Si te decides por el look inadaptado social, jugarás con el factor sorpresa, ya que en silencio, parecerás un pusilánime ratón de biblioteca estilo cuéntame como pasó y cuando cantes encandilarás con tu chorro de voz.
7-     Nunca, repito, nunca, cantarás una canción animada, ni de pop ni de rock. Desde ya, te tienes que especializar en bordar “ Latino, tengo el calor de una copa de vino”.
8-     Si eres mujer tienes dos opciones, o cantas con un compañero y así aprovechas a ver si ligas o te pones las pilas con las cantantes mexicanas que sólo conoce la gente que canta en los karaokes
9-     Lo tuyo es una vocación, casi una religión. Por tanto odiarás a todo aquel que entre en un karaoke a divertirse, a pasar un buen rato y a reírse.
10- Jamás cantarás con un karaoke en casa ni con la Wii, esto es muy serio. Además, lo tuyo es cantar en público, eres un animal del escenario, aunque sólo os importe a ti y a los amigos que siempre van contigo.
Hay que tener en cuenta que es bastante posible que esta imagen que presento de los karaokes y la fauna que en ellos habita, esté algo distorsionada, pero seguro que mas de uno ha reconocido al primo ese cargante que cantó en una boda y que no había forma de callarle o al compañero de trabajo friki que el día de la cena de empresa se subió al escenario y nos dejo boquiabiertos con su chorro de voz. Lo cierto es que cada uno tiene sus habilidades, unos mas ocultos que otras, eso si, si vais una noche a un karaoke, dejaros fuera la vergüenza y subid a cantar aunque lo hagáis como un gato escaldado, lo pasareis bien.

jueves, 7 de julio de 2011

Aquí si hay playa o más historias de señoras que...

Mi abuela paterna era muy dada a los refranes y a las frases hechas pero de cosecha propia, todavía hoy tenemos en casa algunos que utilizamos de vez en cuando. El que se tiró más tiempo en el número uno era aquél que decía:
“Qué pena, tener reloj y no tener cadena, pero la pena es mayor si tienes cadena y no tienes reloj”.
Cuando alguien decía que iba a tirar algo o preguntaba qué se hacía con tal o cual cosa, normalmente respondía:
“ Tu déjalo ahí que no pide pan”
Pero sin duda la que ya es un clásico dentro del mundo de las frases en mi familia, es:
“ me he quedado como de lana”,
Esta frase ha sido recurrente a lo largo de los años y se le da uso cuando se quiere explicar que algo te ha causado mucho impresión o miedo y te ha dejado así, desmadejada.
¿Qué por qué me acuerdo ahora y traigo hasta vosotros estas simpáticas frasecillas familiares? La respuesta tenéis que buscarla en la playa.
No, no pretendo que dejéis todo lo que estéis haciendo y os marchéis a la playa (independientemente de los kilómetros que tengáis que hacer y de las ganas que os hayan entrado de repente) para encontrar la respuesta.

Lo que pasa es que ésta mañana, en mi consabido ratito matutino en la playa, el grupo de “señoras que cambian en verano el ir a andar por sentarse en una silla en la playa y bajarse los tirantes del bañador”, había aumentado con la presencia de una que debía ser la abuela, alguna más joven que debía ser la nieta de ella e hija de alguna de las otras, y los dos hijos de ésta ultima, dos niños de entre 5 y 10 años (Aaaarggg).
El caso es que han protagonizado dos perlas que no me he podido resistir a traer aquí.
La primera tiene que ver con mi comienzo refranero, estaban comentando las señoras el tema de Teddy Bautista and de chorys, cuando la abuela, ha soltado un refrán con toda la sabiduría que acarrea y sin necesidad de añadir nada más, resumiendo perfectamente la situación actual:
- “ No hay pan para tanto chorizo”
Todas mis señoras incluida la joven se han quedado muertas (vamos, como de lana) y entonces la joven le ha dicho:
-         Uy abuela, si eso es lo que dicen los indignaos
-         Eso lo dirán los indignaos y se dice desde que era yo pequeña, que os creéis que lo habéis inventao todo y está todo mas que invetao ya.
Con lo cual las ha dejado ya rematadas para un buen rato. Eso es lo que me ha hecho acordarme de los refranes de mi abuela, a pesar que, lo de que me he quedado como de lana, lo sigo transmitiendo y ya es todo un clásico.
La segunda perla la ha protagonizado uno de los dos retoños y me ha hecho gracia por el debate que ha seguido después, reproduzco el diálogo completo y que comienza cuando el niño le pregunta a la madre (recordemos que es la mas joven que se acaba de agregar al grupo de señoras, probablemente porque está de vacaciones en el trabajo o algo así):
-         Mamá ¿a que hora nos vamos a ir?
-         A las13,30 que tengo que ir a comprar
-         ¿Tienes que comprar para hacer la comida?
-         No, la comida ya me la he dejado hecha, tengo que comprar cosas que hacen falta.
-         Pues mamá, nos podemos ir más tarde, a las 14.30 o así, comemos, y luego mientras mi hermano y yo nos echamos la siesta tu te vas a comprar.
Aquí hay carcajada general y la cara de la madre un poema, resumiendo toda la rabia e indignación de hasta en vacaciones, tener que madrugar para dejarse hecha la cama (qué menos, como diría mi abuela) y la comida:
-         Si claro, no eres listo tu ni nada, vosotros echados la siesta y yo a comprar con todo el calor para que los señores no se pierdan ni una hora de playa, no hijo no – aquí ya escupe las palabras -  si hay que ir a comprar hoy, aquí va a comprar hasta el tato.
El niño se marcha enfurruñado y la conversación se centra en que ya empiezan siendo egoístas desde pequeños y que si se les deja, acaban siendo unos tiranos y que antes los niños no dominaban a los padres como ahora.
Cuestión que la joven zanja aún con la rabia en el gesto diciendo entre dientes:
-         Claro, que fácil, antes tampoco las madres tenían que educar a los hijos después de venir de trabajar ocho horas y aguantar a un montón de gilipollas...
Han terminado zanjando la cuestión como siempre, con un baño, que estaba la cosa calentita ya.

Bueno, después de entreteneros un ratito con las desventuras playeras de mi grupo de señoras, aprovecho para comentaros por si no os habéis dado cuenta, que en el diseño de “ El palomar”, desde hace unos días, ocupa un lugar la publicidad de Atrapalo.com, ocio y viajes al mejor precio, les doy las gracias por contar conmigo y espero que no sean los únicos.

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