VISITAS

martes, 22 de noviembre de 2011

Córdoba episodio dos: Don Luis o crónica del guía coñazo

Yo cuando visito una ciudad para hacer turismo y no me acompaña alguien que la conozca bien o que sea del lugar soy muy guiri.
Sí, lo reconozco, soy de las que piensa que a priori es mas guay irte por tu cuenta con la guía del viajero bajo un brazo y el mapa en la otra, pero en este tema es de los pocos en los que me convierto en una mujer práctica y sensata. Yo creo que la mejor forma, no de ver una ciudad, sino de conocer un poco su historia y sus por qués, como diría cualquier canción de José Luis Perales, es: o te sacas el ticket del bus turístico y vas cómodamente sentada y con un walkie talkie que te lo explica todo por un módico precio, que además te sirve como medio de transporte entre varios puntos cumbres de la ciudad, o te contratas una visita guiada de esas completas que duran toda la mañana y en las que una persona te lleva a los 4 ó 5 sitios mas relevantes, explicándote los pormenores, vida y milagros de cada uno. Después de hacer eso ya puedes dedicar el resto de días de tu estancia sin remordimientos a callejear, compretear, cometear y beberciar hasta reventar o hasta que se te acabe el dinero.
Pues bien, ateniéndome a esta norma no escrita de la guía Merino Morales del turista adelantado, nos contratamos en Córdoba una de estas visitas, que nos llevaría por los puntos mas emblemáticos de todo el casco viejo. Al llegar nos recibe, al en principio nutrido grupo de unas 40 personas, el inefable e ingenioso hidalgo Don Luis, alias “ que listo soy y que tipo tengo”,  quien nos recibió con una breve presentación de la que no recuerdo lo que dijo exactamente, pero que se puede traducir como:
“ Nen@, que suerte has tenido de que te toque yo, por X euritos de nada, te voy a contar unas historias que cuando acabe te rompes la camisa como Camarón”.
El tipo, según dijo, tenía dos carreras, era historiador, articulista, tenía tres páginas web, profesor universitario, guía oficial de la Mezquita, amigo del Charlton Heston (al parecer cada vez que venía a la ciudad le llamaba para que le guiara, juas, juas) y aún le sobraba tiempo para presentarle proyectos sobre la ciudad al Alcalde, que debe tener la papelera de escritos de este hombre hasta los topes.
El caso es que todo fue un fiasco, resultó como acostarse con un tío macizo que te las promete muy felices y que se pasa toda la tarde diciéndote que hará esto y lo otro y lo de más allá y que cuando llega el momento se queda dormido. Vamos, de los que amaga pero no dispara. Se pasó toda la visita prometiéndonos cosas que nos iba a contar cuando llegáramos a este o aquél sitio, y cuando eso sucedía, nos contaba dos historias trilladas y superficiales, pasaba al capítulo siguiente con promesas de mas y mejor y nos dejaba a dos velas.

El colmo ya del surrealismo vino en lo que el tal Luís denominó, con una gran riqueza de lenguaje digna de un historiador/catedrático/fantasma, “la parada técnica”, o sea, para ir a hacer pis mayormente.
Dicha parada tuvo lugar en una concurrida y amplia tienda de souvenirs con cafetería y  baño, donde antes de dejarnos pasar al WC, y seguramente para que nos entrasen mas ganas de mear, porque eso es lo que me pasó a mi, nos hizo propaganda de sus dos libros escritos sobre la ciudad, indicándonos que si los queríamos comprar pues ese era el momento y enseñándonoslo como si de una vulgar tele tienda se tratara, diciéndonos el precio y todo.

Transcurrido ya tan bochornoso y caradura momento, y haciendo todos caso omiso de su chabacano intento de hacer negocio (ni falta hace decir que no se lo compró ni el tato, yo creo que como represalia por la visita coñazo) llegamos al punto álgido del recorrido con los clientes ya mermados, puesto que muchos al parecer se habían hartado del pedante profesor y comprobando que lo único que iban a sacar en claro era un dolor de cabeza, o en el mejor de los casos ganas de acostarse la siesta, se habían largado por su cuenta a tomarse unos moriles con unas tapas o a hacer fotos.

Al entrar, a los que seguimos con él aguantando mecha, nos “regala” un folleto de esos que dan a la entrada de los sitios con una breve descripción y un mapita del recinto (ya se encargó de hacernos saber que lo había diseñado él) y nos “guía” por la mezquita intentando explicarnos algunas cosas más sin mucho éxito, ya que se trababa el hombre y perdía el hilo, se ve que como ya no le quedaba nada más de lo que presumir no acertaba con lo que quería contar. Tanto es así, que en un momento dado termina la explicación todo cabreado diciendo:
 -   Si alguno de ustedes hubiese comprado mi libro podríamos haber leído ahí esto mismo que les estoy contando, pero como no lo han hecho...
Dicho lo cual y tras explicarnos algo sobre las puertas por donde entraban las autoridades y sobre la excelente acústica del lugar, nos hizo una demostración práctica llevándose las manos a la boca a modo de bocina y poniéndose a emitir sonidos, era una mezcla entre el ulular de una lechuza y los cantos que llaman a la oración por megafonía en los países árabes. Impresionante, si lo pillan en Telecinco lo hacen una estrella.
Yo ya no quería saber nada ni de Averroes, ni de Abderramán III, ni de Manuel Benítez “El cordobés”. Lo único que quería saber era de donde sacaba el tiempo este hombre para hacer tantas cosas y por qué hacía de guía turístico un tipo que decía ser profesor universitario e historiador con dos carreras. Como podéis comprobar no me creía nada porque no hay por donde cogerlo, pero hubiera sido interesante escuchar su explicación...
En fin, que si alguna vez vais a Córdoba y contratáis una visita guiada y el señor que se os acerca es un hombre sonriente canoso y con barba, que os dice que se llama Luis y que cuando terminéis de “estar con él” vais a saber lo que es bueno , salid corriendo a compraros la guía del viajero, o a tomaros unas birras antes, que estando borracho igual hasta tiene gracia y seguro que por lo menos os traerá mas cuenta.
A pesar de Don Luis el Mesías de Córdoba, el viaje fue increíble y muy descansado, ya que fuimos en tren...por cierto que el que cubre el trayecto Barcelona-Málaga en 9,5 horas (sí, habéis oído bien) merece una mención aparte, os hablaré en la próxima ocasión de los trenes, esos grandes invernaderos donde crecen las anécdotas cual boletus en la lluvia.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Córdoba Episodio uno: La amenaza guiri

En el devenir de estas ultimas semanas, me he movido mas que los precios del mercadillo, que si pasas a las diez y media te piden 3 euros por dos kilos de tomates, si pasas a las doce son tres kilos dos euros y si vas a las dos menos cuarto cuando aprieta el hambre, por dos euros te llevas “ los que me quedan en la caja guapa”, que a lo mejor son cinco kilos.
El caso es, que para rematar un mesecito de viajes tanto en tren como en coche y por distintos motivos, digamos que combinando el turismo con las obligaciones, hemos culminado con una escapada en tren, esta vez si, sólo por placer, a Córdoba. Preciosa ciudad que recomiendo visitar fervientemente y que me ha deparado como no podía ser menos, un sinfín de anécdotas. Tantas y tan jugosas, que he tenido que dividir el relato en partes para no ponerme pelmaza.
Vaya por delante decir que lo hemos pasado divinamente y hemos disfrutado como enanos, pero a mi, esto del turismo, siempre me deja un puntito de mal sabor de boca con alguno de nuestros comportamientos vergonzantes cuando nos sacan de casa.
Por ejemplo, los souvenir que solemos comprar a nuestros allegados. Me he traído para uno de ellos, un delantal de lunares y volantes. Tengo yo uno con la receta de la paella impresa, otro con un mapa de Mallorca y los odio a los dos, menos mal que están ya llenos de lamparones y casi no se ven los dibujos, pero aquí me tenéis cometiendo el mismo error y llenando los cajones de las casas ajenas con un traje de faralaes para cocinar. Y lo mas triste es que cuando lo estaba comprando me gustaba, es mas, me encantaba el delantal a pesar de que todas las puertas de todas las tiendas de souvenir de la judería que eran unas cuantas, estaban llenas de delantales de volantes colgados. Cerrabas los ojos en la cama y veías volantes y lunares, pero aun así no paré hasta que me hice con el puñetero delantal para perpetrar un “regalo”, menos mal que en Córdoba al no haber playa, no me encapriché de una cestita llena de caracolas y estrellas de mar, ese fue el top ventas en Benidorm en 1980. Yo creo que rara es la casa de España que no tiene una cesta de caracolas o una jarrita que pone, “estuve en XXX y me acordé de ti”, pues ya te podías haber acordado de tu p...madre, seguro que pensó alguno cuando abrió el paquete.
Otro comportamiento que me crispa sobre manera (esta vez no fuimos nosotros), es el que tienen algunos turistas en los restaurantes. Seguramente antes de viajar se han empapado de las costumbres, gastronomía, cosas que ver y que comprar en su lugar de destino, además eligen cuidadosamente el restaurante en la guía de turismo, o por Internet, o se lo recomienda encarecidamente el recepcionista del hotel, con lo cual gozan de más información sobre “lo típico” que la guía campsa, pero todo eso no es razón suficiente para que, una vez sentados y con la carta en la mano y el camarero delante, suelten la horripilante frase que me recuerda a los catetos de ciudad del anuncio de la fabada:
-         ¿Qué es lo mas típico de aquí?
El camarero que tiene el culo y los oídos pelaos de ver y escuchar eso y cosas peores y además es un profesional, les canta tres o cuatro sugerencias tipiquísimas, a lo que viene la segunda parte sonrojante del dialogo:
-         Pero el salmorejo es aquí como en ...(póngase el lugar de residencia del merluzo)...con su huevo picado, su jamoncito por encima...
El camarero sin descomponer el gesto y con toda la educación, le responde:
-         Señor, yo no se como se hace en ..., pero el salmorejo cordobés que es el que se inventó aquí, si que lleva jamón y huevo.
El otro, lejos de pillar la fina ironía, encarga dos de salmorejo y algunas tapas mas de entre las sugerencias del sufrido empleado, después de coserle a preguntas (que si pica, que si lleva cebolla, que si esto está frito o a la brasa, que si es con salsa) y de soltar alguna “turistada” mas.
Dejando a un lado el aspecto guiri que todos llevamos dentro, también podemos fijarnos en la fauna y flora del lugar, aunque hay cosas que son iguales en todas partes, por ejemplo las gitanas que te ofrecen romero en teoría regalao, luego vas y le coges la ramita y te vas sin darles nada y te están lloviendo maldiciones cuando no insultos, hasta que las pierdes de vista.
A mi me dan un poco de miedo, pero reconozco que todo viene de un trauma de juventud. Un día, estaba con mi hermana y una amiga en el mercadillo del barrio del Pozo, que es uno de los mas grandes y famosos de Madrid y nos paramos en un puesto de toallas, recuerdo que por entonces, fumábamos todas y había varias personas con los cigarros encendidos, a lo cual el gitano del puesto nos dijo que cuidadito con los cigarros a ver si le íbamos a quemar el género.
Pues dicho y hecho, lo próximo fue el gitano exhibiendo la toalla con un agujero en el medio y diciendo (repítase esto con acento gitano):
-         Que hija de p..., fíjate como me ha dejao la toalla, si la cojo la mato...Como la pille la rajo, endevé la mala sombra...
Tuvimos que salir por piernas ya que el cigarro de mi hermana, era el que había causado el estropicio toallil.
Desde entonces siempre que veo a las señoras del romero me cambio de acera y así no tengo que rechazar su “regalo”.

Otro espécimen a tener en cuenta, es el maravilloso guía turístico que tuvimos en la ciudad y que da para un artículo en solitario, permanezcan atentos a sus pantallas y en breve les presentaré a Luis, alias “yo prácticamente construí la mezquita”.

Contribuyentes