Hoy traigo a colación un tema de suma importancia y es el
de los nombres propios. Si, creo firmemente que uno cuando nace tiene
evidentemente el nombre que le ponen sus padres, pero con los años igual que
con la cara, acaba teniendo el nombre que se merece.
Seguro que os estaréis
preguntando que a que viene semejante filosofada gratuita, pues todo tiene una
explicación: ayer me enteré por el periódico del nombre de la mujer de Mariano
Rajoy y me quedé impactada. Resulta que se llama Viri. Para ser más exactos, el
periódico se refiere a ella como Viri Fernández. Reconozco que al principio me
quedé muerta, pensando a que madre sin entrañas se le ocurre castigar a su hija
llamándola Viri, e intentando averiguar de donde podía venir un nombre tan feo.
A lo mejor la madre durante el embarazo contrajo un virus, se curó y en
agradecimiento le puso Viri a la niña... yo que sé.
Después me enteré que no, que la
señora se llama Elvira que es un nombre muy digno, pero que es conocida en sus
círculos y ahora por todos como Viri, que es un diminutivo. “Pues vaya
diminutivo de mierda (con perdón)”, pensé yo. Luego me harté de reír pensando
que podían haber hecho lo mismo con el marido, a ese, le cortes el nombre por
delante o por detrás lo haces polvo; tienes que llamarle o Mari o ano... tu me
dirás... Pero claro, esto ya trajo a mi mente, algunas conclusiones al respecto
de cierta tendencia que se tiene en determinados círculos, normalmente
conservadores, a ridiculizarse entre ellos mutilando sus nombres propios hasta
conseguir que parezcan nombres de perro, y lo que es aún más grave: conservar
dichos diminutivos aunque se tengan 60 años, barba cerrada, o se pesen 120
kilos, lo que suele multiplicar por dos el efecto humillante.
Donde quedan esos tiempos en los
que a los niños pijos se les ponían nombres recios como Iñigo, Álvaro, Beltrán
o Alonso, todos ellos nombres históricos de personas llamadas a gobernar con
mano firme, esta nuestra nación y a marcar sus hidalgos nombres con letras de
oro en la historia, nombres todos ellos lucidos con orgullo patrio. Porque no
nos engañemos, eran ellos los llamados a dejar huella en la humanidad, la
Caritina, Pitita, Viri, Curry o Cuca de turno nunca salía a la luz, envejecía jugando
al tute con su grupo de decrépitas amigas con nombres tan ridículos como el
suyo, y apoyando al conquistador de apellido compuesto en su larga carrera
hacia la gloria. De vez en cuando salía algún bohemio, una oveja negra que se
hacía hippie o se largaba a alguna isla a fumar porros e inventar cosas
inútiles, pero vamos, eran los casos menos frecuentes y se les aislaba dejando
claro que eran elementos subversivos y probablemente rojos.
Sin embargo, decidme si podéis, a
que mente enferma se le puede ocurrir que una niña de nombre Esperanza, acabe
convertida en una señora sesentona a la que todo el mundo llama “Pitita”
o a que persona de bien, se le ocurre seguir llamando “Caritina” a la
oronda hija de Cari Lapique cuando lo único que le pega es “Carotona” o
para ser mas exactos “Culandrona”, ya que así por lo menos la gente
asociaría enseguida su nombre con ella; y para terminar de rizar el rizo, le
doy cincuenta euros al que consiga descifrar cual es el verdadero nombre del
último novio de Chenoa, el empresario “Curi “Gallardo (sí, has leído
bien).
Francamente, todos estos ejemplos
que hemos visto, podían haber tenido algún sentido en la infancia de estas
personas, el problema viene cuando uno no termina de desprenderse de esa etapa
de su vida y acaba siendo el abuelo Curi Gallardo, no fastidies...
De todas formas, tengo comprobado
que estas cosas pasan normalmente con gente de dinero y mayormente de derechas.
Gente que puede moverse libremente y sin complejos por el mundo estrechando la
mano y presentándose sin rubor como: “Potota”, “Cuca “ o “Pocholo”, porque
imaginaos la cara de un entrevistador del Carrefour ante una tía que se
presenta para cajera diciendo que se llama Viri Fernández: se descojona. Y si a
mí me dicen que, por ejemplo, van a poner mis asuntos en manos del prestigioso
abogado “Curi Gallardo”, es inevitable que me venga a la mente el negro
de “Corrupción en Miami” o un venezolano con cadena de oro rollo Espartaco
Santoni, en vez de un profesional serio y competente con siete master, que es lo
que pensaría de un abogado que se llamara por ejemplo: Beltrán Gómez Sainz de Baranda.
El caso es que luego, para compensar, los perros de esta gente suelen
tener nombres de personas si son de una raza más o menos grandes, por ejemplo “Paco”,“
Lucas” o “Lola” que son nombres de lo más respetable, y lo gracioso es que lo hacen
como para dignificar al animal no poniéndole un nombre ridículo. El mundo al
revés.