Líbreme dios, como decía mi abuela, de venir a éstas
queridas páginas en el mes de Febrero a dar el coñazo por adelantado con el
tema de las malditas bodas y bautizos. De ello ya di cumplida cuenta el año
pasado en su artículo correspondiente (para leerlo pinche aquí).
Sin embargo, al encanto de las
comuniones no puedo, ni quiero sustraerme. Hace unos días, un grupo de amigos
decidimos colgar en facebook nuestras fotos de comunión para hacer la gracia.
Tengamos en cuenta, que ese tipo de fotos no generan problemas de vergüenza
propia o ajena, hay que considerar que casi todas son de los 80 para abajo, así
que la pinta ridícula rollo cuéntame como pasó se da por supuesta y nadie va a
hacer aspavientos por un quítame allá ese casquete.
Otra cosa sería colgar una
del año pasado en bikini, por ejemplo. Para conseguirlo tendrían que torturarme
los chinos, no otros, metiéndome palillos en las uñas y aun así creo que
resistiría como en las pelis de cárceles asiáticas, aunque terminara
volviéndome loca por el dolor y saliendo con una metralleta por la Avenida de
Francia...Incluso así, yo creo que no la publicaría, es mas, incluso diría que
no existe tal documento gráfico, porque ¿a santo de que voy a dejar constancia
de semejante trance? Las fotos deben ser bonitas, para enseñarlas y dar envidia
y no para que te abochornen en cualquier sobremesa de comida de amigos, en los
que salen las vacaciones y viajes a relucir y entonces tu pareja, que para
estos temas no suele tener luces, comenta:
-
¿Queréis ver las fotos?
“Mierda que bocazas” piensas tú
mientras se te atraganta un bombón, e intentas presurosa enmendar la metedura
de pata:
-
Déjalo no vamos a ponernos ahora a ver fotos
-
Si, si, a verlas –comenta tu “amiga” que ya huele la sangre.
Entonces te quedan dos opciones,
rezar para que mientras las buscas en el ordenador no se acerquen y te dé
tiempo a mandar a la papelera el cuerpo del delito (nunca mejor dicho), o te
jodes y las muestras todas resignada e intentando pasar rápido por las tuyas
mientras piensas (esta noche no f...).
Así que volviendo al tema de las
comuniones, he de confesar que repasando las fotos en las que tengo que decir
bien alto que las mujeres hemos ganado por goleada (ni un solo hombre vestido
de almirante oiga), he comprobado que todas las niñas parecemos novias en
pequeño, se ve que desde que nacemos nos van ya preparando para el evento, pues
conmigo se lucieron. Yo ya a mi edad sólo me caso haciendo el mamarracho total
o nada. Mi ilusión sería casarme en Las Vegas con un pastel rosa y vestidos de
cualquier cosa, pero creo que me voy a quedar con las ganas ya que ni
económicamente ni por apoyo parejil, va a poder ser.
De todas formas, tengo que decir
que las comuniones son más crueles que las bodas ¿A quien se le ocurre invitar
a los ateos a una comunión? En las bodas, si es por la iglesia, nos quedamos en
el bar calentando motores y después nos emborrachamos en el salón o donde sea
el evento y acabamos haciendo cosas vergonzosas de las que luego, en el mejor
de los casos, no nos acordamos. En las comuniones, como somos “los adultos”, no
podemos portarnos muy mal, de otra forma corremos el riesgo de que la horda de
repelentes e inoportunos niños con memoria de elefante que han sido invitados
en calidad de amiguitos del “tierno infante”, se pasen años recordándote que te
pusiste la corbata en la cabeza o que te tropezaste con los tacones y te
esmorraste. Conclusión: nada de comuniones ni bautizos, y bodas las justas.
Otro tema que me tiene confusa en
estos días oscuros es el de las maquinitas de cocinar. Me tiene confusa por lo
contradictorio y extraño de la situación. Por un lado intentan hacernos la vida
más fácil y por el otro no dejan de complicárnosla. Porque digo yo: si tengo
debajo de mi casa la “boutique del pan”, que necesidad tengo yo de comprarme
una panificadora y pasarme el día mirando en Internet a ver donde puedo
encontrar harina de fuerza y otros menesteres. Vosotros me diréis: porque está más
bueno, porque es mas sano, porque lo haces tu misma. Y tenéis razón. El tema es
que no debo fomentar ciertos comportamientos que al final, me van a llevar sin
duda alguna al pozo sin fondo de la foto del bikini que os explicaba mas
arriba.
Pero no acaba en el pan la cosa,
empieza. Freidoras, máquinas de palomitas, thermomix y hasta unas máquinas
prodigiosas que metes la comida cruda dentro y le das a un botoncito y te
marchas al Corte Ingles, y cuando vuelves tienes una fabada asturiana que ni la
abuela de Litoral la supera.
Para hacer uso de todas esas
maravillas, tienes que tener una cocina como la de la Preysler, y una chacha
que te lave después todas las piezas desmontables de los aparatitos mientras tu
te vas al gimnasio, a ver si pierdes 3 ó 4 gramos de todos los kilos que te
estás poniendo basándose en ingenios de la técnica.
En el extremo contrario está lo
que proponen en un blog cuyo enlace nos hace llegar una amiga y en el que
proponen aprovechar el uso del lavavajillas para cocinar (leer aquí), yo ya me
he puesto a buscarle usos en los pocos días que me quedan de disfrute del útil
aparato y lo voy a probar para las siguientes tareas:
-
Meter dentro una bolsa de lavar prendas delicadas con el
siguiente contenido: calcetines sucios, paños de cocina con manchas rebeldes,
ropa interior y así los dejan limpitos y luego con un programa rápido en la
lavadora apañado.
-
Meter un tupper con los garbanzos del cocido y hacer una precocción,
de este modo van a la olla blanditos y se tarda menos en cocinar.
-
Hacer un cuscus
-
Usar el agua del lavado de calcetines y demás prendas arriba indicadas,
como caldo para hacer sopa la próxima vez que venga tu amiga la indeseable de
las fotos y de este modo saciar tú sed de venganza.
Dicho lo cual, tengo recién recibida
y precintada la freidora que fríe con una cucharada de aceite, que después de
la batidora/picadora/amasadora que tengo guardada en un armario cogiendo polvo,
va a ser el segundo de los aparatos infernales que “adornen” mi cocina, si no,
al tiempo.