VISITAS

martes, 23 de agosto de 2011

Septiembre por fascículos

Vaya por delante de este humilde artículo, el hecho de que yo todavía, al igual que muchos españoles, no he disfrutado de mis vacaciones de verano y que a esta estación le queda aún su buen mesecito de sudor y terracitas.
Pero en este país entre otros defectos, tenemos la puñetera costumbre de tener prisa. Prisa para saltarnos los semáforos en rojo aunque sea para llegar dos minutos antes al sofá, prisa por cruzar la calle por sitios indebidos entre los pitos de los conductores airados, todo por no andar 50 metros hasta el paso de cebra mas cercano. Prisa por colarnos en la carne poniendo cara de inocentes: ¿Quién iba primero usted o yo? O en la cola del súper con el consabido: ¿me dejas pasar que solo llevo tres cosas?...Prisa.
Pero la prisa que mas me indigna y me repatea, es la que tenemos por pasar las hojas del calendario a toda leche, que ya nos arrepentiremos ya, cuando se nos haya pasado la vida y no sepamos cuando, como ni por qué.
Toda esta filosofada viene al caso de que, aunque quede un mes de verano, aunque muchas personas todavía no hemos tenido vacaciones, aunque hace un calor del copón, la gente necesita pasar página.
Ya está la ropa de otoño en el escaparate, los libros de texto prácticamente en las librerías y las academias de inglés llenas de los primeros y entusiastas nuevos alumnos que este otoño, si o si, van a aprender algo.

Pero para mi, el colmo del cutreluxe otoñal y del entusiasmo consumista que no desfallece ni un instante, son las colecciones que empiezan a aparecer anunciadas por la tele y en los kioskos.
Empezamos con los fascículos coleccionables: el consabido curso de ingles, la guerra civil, o labores de punto de cruz. Fascículos que normalmente no pasan de la primera entrega a 2.99 y después no los vuelves a ver nunca mas, que te dan ganas de hacer un programa de televisión de esos que hacen de vez en cuando titulado “ Que fue de mil y una labores de ganchillo” o algo así.
Las colecciones que más éxito tienen son las de libros: Clásicos de la literatura universal, o premios Planeta, Nóbel o lo que sea, todo ello encuadernado en piel y en distintos tamaños y colores para que parezca que los has comprado para leerlos en vez de al por mayor. De estos tampoco se suele pasar de la segunda entrega, mas que nada porque la primera te la ponen a 2.99 dos libros,  y de repente cuando ya te has propuesto hacer la colección completa y tener algo de libros en casa, descubres que el resto cuestan 9.95 y encima solo te dan uno. Que no hombre que no, que tu por 9.95 no te compras un libro aunque esté encuadernado en piel de primera calidad teñida a mano, casi prefieres irte al carrefour y comprarte dos camisetas con muchos brillis que te lucen mas.
Cuando se darán cuenta los editores que la gente que lee, se compra los libros para eso, da igual si están tapizados de cuero o de seda salvaje, y los que no leen, cuando ponen el salón, compran la librería con kilo y medio de libros que combinen con el wengé de las estanterías y ya está.
Luego están las colecciones infantiles, ya desde el principio explotando el filón y abusando. Primero las vajillas, que si de Hello Kitty, que si de Barbie, que ya ves tu lo que le importará a un niño el dibujo del fondo del plato cuando este está lleno de comida, muchas madres me entenderán cuando digo que rara vez un niño come hasta que se ve el fondo del plato, por tanto da lo mismo como sea la vajilla en cuestión, al final parte de la comida seguirá estando en el plato y parte en el mantel, tu cara, tu ropa o el suelo.
Y después vienen también las colecciones de libros infantiles, con la esperanza de que muchos padres, con esa manía de hacer de sus hijos seres totalmente distintos a ellos y que hagan el mayor número de cosas productivas posibles entre ellas leer, cosa rara en un niño que no ha visto jamás a su padre o a su madre coger un libro, lanzan al mercado colecciones de cuentos, tebeos y libros en ingles que al igual que en el caso de los de los mayores, no suelen pasar de la primera entrega a 1.99.
Luego vienen las colecciones de cosas que nos proponemos hacer y nunca haremos, Yoga, bricolaje, Pilates, aprenda a cocinar...
Y por último, las colecciones absurdas. Dícese de toda colección de “pongos” (cosa inútil y normalmente fea, como los recuerdos que te dan en las bodas por ejemplo, de las que uno siempre acaba pensando y esto donde lo pongo, y que terminan en un trastero, o armario cogiendo polvo), que no tienen una utilidad clara, es decir, no aprendes nada, tampoco aportan nada, ocupan sitio y suelen pertenecer al lado mas friki y escondido del ser humano, por ejemplo:
-         Colección Hansel y Gretel de porcelana. Sin comentarios, no encuentro palabras que justifiquen que alguien quiera poner en algún sitio de su casa estas “ exquisitas figuras de porcelana pintadas a mano, vestidas con trajes típicos y con la fisonomía de los personajes del cuento”.
-         Colección relojes de colección. Patética colección de relojes de bolsillo a cual mas recargado, que según la explicación del folleto sirven para toda ocasión. Si alguna vez pido la hora y el tipo se saca del bolsillo el “reloj Napoleón”, salgo corriendo.
Y así podría seguir y seguir, soldaditos de plomo, abanicos, casitas de muñecas para montar mueble a mueble, collares con historia...
Estoy expectante y horrorizada a la vez por ver que colecciones nuevas nos deparan, Galería del coleccionista, RBA editores o Planeta de Agostini, por suerte cuando se abra la veda yo aún estaré de vacaciones. Pero ante todo, cada vez que nos entre la prisa y queramos adelantar el tiempo, llegar antes, colarnos o comprar los turrones en Octubre, recordemos ese sabio y breve proverbio arabe:
" Prisa mata".



martes, 9 de agosto de 2011

Tinto de verano ll o las absurdas modas veraniegas

Es verdad que dicen que ya está todo inventado y cada vez cuesta mas ser originales sin caer en lo ridículo, lo esperpéntico o lo absurdo. Sin embargo, el ser humano tiene la asombrosa capacidad de superarse a sí mismo en cuanto a estupidez y yo este verano, no paro de enterarme de casos que de puro absurdo rozan lo patético. Por ejemplo, y esto ya es del año pasado, nunca he entendido para que sirve un trikini.
Comprendo perfectamente la utilidad del bikini de dos piezas que permite que se te broncee la tripa (por mucho que algunas no la enseñemos luego en todo el año) dejando a buen recaudo las partes pudendas, bien sean solo los bajos o también el pecho si se es pudorosa, aunque en ese sentido tengo que decir que hay bikinis tan minúsculos en su parte superior, que mas que un sujetador parece que llevas pezoneras, cual gogó de Las Vegas pero sin flecos, que llamas mas la atención si te pones la parte de arriba que si te la quitas, pero bueno eso va en gustos.
Comprendo también la utilidad del bañador entero, que muchas usuarias defienden con los argumentos de que sienta mejor, es mas elegante y hace mejor tipo, pues vale, nada que objetar para quien le guste.
Lo que no entiendo para nada es esa prenda surgida de no se muy bien donde llamada trikini, que consiste en un híbrido entre los dos modelos explicados arriba y que está compuesta por la parte de arriba y la de abajo de un bikini, unidas entre si por un trozo de tela que atraviesa la tripa.


La única pregunta que se me ocurre es ¿para qué? Que carajo pinta una tira de tela vertical que une sin ninguna necesidad porque no se va a caer, las dos partes de un bikini, ninguna. Además, como en este país no tenemos vergüenza, siempre hay alguna “sin complejos” que se lo pone y consigue que su tripa y estómago algo prominentes quede dividido en  dos por la dichosa tira de tela, por lo que acaba siendo capicúa, o sea la tripa como el culo.

Otra moda ridícula a la par que asfixiante es la de las botas de invierno con vestidito de tirantes. O una cosa o la otra, pues no oye, venga a medias tintas, no quiero ni pensar como llevará los pinreles una moza con botas camperas a las cuatro de la tarde de un día de Julio de los de 37 grados, el Cabrales a su lado una tontería.
Pero lo mas de lo mas es lo de este veranito, en el que me acaban de informar desde las playas de Cádiz, de que el último grito entre los tíos molones es ponerse el bañador con calzoncillos para bañarse.
Insisto en la misma pregunta de antes con el trikini. ¿Para qué? ¿para que no les bailen los huevecillos?, por Dios que corra el aire, me imagino toda esa tela mojada horas y horas y el efecto que eso puede producir en las partes bajas y de verdad, no le encuentro explicación a tanto despropósito.
¿Por qué no se ponen a leer o a aprender chino mandarín que les será de utilidad en los malos tiempos que vivimos? ¿ Por qué no investigan la fórmula para regularte la temperatura corporaly bajartela hasta los 15 grados los días de calor o la dieta definitiva que te permita jalarte un costillar y dos botellas de vino y perder peso en vez de convertirte en Falete?
Por Dios, que hagan algo útil, pues no. Inventan el look me pongo calzoncillos debajo del bañador aunque luego a la discoteca vaya sin nada debajo del pantalón. O me baño con una cosa absurda que no es ni carne ni pescao, ni bañador ni bikini, sino algo ridículo con una tira de tela en medio que no le sienta bien mas que a las de siempre y que se lo acaban poniendo aunque no les siente bien, las de siempre también.
Casi prefiero a mi padre cuando llevaba sandalias con calcetines oiga, o a Giorgio Armani con su braga náutica, por lo menos producen cierta ternura.

Colaboradores