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martes, 19 de junio de 2012

Esas pequeñas y molestas cosas

Hoy vengo más rebelde de lo normal, y más quejica. La culpa la tienen todos menos yo, o sea, un montón de cosas que hacemos las personas, yo la primera y para las que no encuentro una explicación lógica. Algunas, además, son francamente irritantes.
El otro día me voy de compras, que estoy desnuda y tengo que ir renovando vestuario, total que me compro varias prendas y entre ellas una camisa de una tela finita, un poco cara, pero ideal para verano y con un corte estupendo, un divinor.
Cuando llego a casa y yo creo que esto lo hacemos much@s,  me vuelvo a probar todo y venga a remirarme por delante y por detrás. La camisa monísima pero al moverme, noto como algo que me rasca. Más que rascarme es que se me clava...
Decido quitármela y ver si es que se han dejado olvidada una alarma de esas largas que les ponen a las prendas para que no se las lleven las adolescentes metidas en el bolso, pero no. Lo que tiene una camisa de una tela tan fina que casi parece tejida por una araña, es un manojo de etiquetas de no te menees. Algunas largas y una con algo cuadrado y duro que debe ser la que rasca. Y digo yo: demasiada información y demasiado despilfarro, con la que está cayendo. ¿Qué carajo tienen que poner en unas etiquetas que nadie lee para que necesiten seis?

Cuánto echo de menos aquellas camisetas simplonas con una sola, suave y pequeña etiqueta en el cuello en la que aparece una plancha dibujada y la miserable talla...
Total que armada con las tijeras corto el manojo en cuestión, pero como a mí las manualidades se me dan fatal, dejo un reborde como de un centímetro que me araña mas que antes. En fin que tijeras en mano, apuro un poco más y acabo abriéndole un boquete a la camisa por culpa de las tiritas en cuestión, primer desastre, una camisa nueva y por culpa de las etiquetas de marras ya no tiene cara ni ojos, que diría mi suegra.
Otro día veo en una revista que han sacado un short de una conocida marca de cosmética, casi milagroso, que te lo pones durante un ratito al día debajo de la ropa o para estar en casa y reduces centímetros que no veas. Y encima a un precio estupendo. Total que allá que me voy yo al Carrefour a comprármelo para mi puesta a punto, que estoy hecha una adana y esto no puede ser. Porque yo todo lo que sea barato y sin esfuerzo, a la saca.
Cuando llego al estante milagroso sólo quedan cuatro y todos de la talla XS. Para quitarme la desilusión me pongo a leer las instrucciones de la caja, así si me convence, pues me voy a otro sitio y me lo compro.
Resulta que para que te haga efecto, tienes que llevar el short puesto ocho horas en contacto con la piel y recomiendan combinar el uso con dieta, ejercicio físico y tus cremas reductoras habituales. Ya de entrada me hago dos preguntas:
1 - ¿Para que narices fabrican un short reductor de la talla XS? A no ser que una persona esté enferma, no creo que usando una talla XS se plantee reducir nada que no sea el largo de sus pantalones vaqueros para enseñar casi el parrús.

2 - ¿Dónde está el chollo? Vamos a ver, cuando uno va a comprarse algo así, lo que quiere es un milagro, punto. Si  tengo que hacer todo lo que hacía (o no hacía)  antes y encima tengo que llevar puesta una faja ocho horas con el calor que hace, chic@ no me compensa, prefiero gastarme el dinero otra cosa...Si ya lo decía mi abuela, que en ningún sitio atan los perros con longanizas...
De todas formas, de fiascos consumistas podría escribir un libro, no olvidemos que la cosa de los timos viene de antiguo: cuando eres adolescente ya empiezan a engañarte sin remordimientos dándote remedios en la Nuevo Vale para quitarte los granos, o que te crezcan las tetas, o se te ponga el pelo con rayos de sol, o lo que sea (todos mentira, claro).
O regalándote pulseras de plástico o abalorios varios en la Super Pop, que supuestamente vienen del Tibet o más lejos y que tienen superpoderes y si te las ponías, te crecían las piernas por las noches hasta un máximo de 5 centímetros o al día siguiente te ligabas al guapetón de turno, tú y las otras cincuenta que llevaban la pulsera, que ya hay que ser mema para creerselo, pues te lo creías.
Pero, aparte de que te engañen, hay otras pequeñas e irritantes cosas en nuestro día a día, por ejemplo:
Estás hablando con alguien y de repente estornuda, saca un pañuelo y se suena la nariz, hasta ahí bien. Pero resulta que el sujeto en cuestión, mientras te sigue hablando, abre el pañuelo y se pone a observar lo que hay dentro. Vamos a ver. Son mocos. De diferentes texturas, colores y formas, pero mocos. No son berberechos, ni cristalitos de colores ni gominolas, y por mucho que los mires, no van a dejar de ser lo que son. No quiero ponerme muy escatológica pero hay quien antes de guardarse el pañuelo lo dobla y lo frota con disimulo, para que aquello quede bien sellado...Esos son los que luego vienen a tu casa con sus dedos sobadores de mocos y te los pasan por la estantería a ver si has limpiado el polvo...
Y luego esa manía que tenemos los seres humanos de atribuirnos conocimientos de profesiones que no hemos estudiado. Es matemático, hay gente que sin haber hecho la carrera es médic@, abogad@, notari@ o lo que se tercie, el caso es que siempre saben lo que hay que hacer, la enfermedad que tienes y su correspondiente tratamiento o a donde tienes que ir a solucionar tal o cual cosa, a veces aciertan, pero otras te meten la pata hasta el corvejón.
Luego están esos vecinos que te ven buscar las llaves para abrir el portal y, en vez de acercarse a abrirte la puerta, esprintan hasta el ascensor cerrándote la puerta en las narices y dejándote abajo. O los listillos de turno, presidentes de la comunidad vocacionales todos ellos, que por más que sacas de tu buzón las cartas que reciben los peruanos que aunque el padrón diga lo contrario, ya no viven en tu casa, para que se las lleve el cartero; se empeñan, en un gesto de buena voluntad que nadie les ha pedido, en volver a metértelas en el buzón una y otra vez,  hasta que, a la tercera y ya desesperada, haces una bola con la p... carta y te la subes para tirarla a la basura.
En fin, quejas aparte, ya tenemos aquí el verano y es época de playa, sol y alegría, mientras recopilo material reciente para escribir sobre ello, podéis recordar los post del años pasado a ese respecto pinchando aquí, aquí y aquí.
¡Feliz verano!

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