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viernes, 11 de noviembre de 2011

Córdoba Episodio uno: La amenaza guiri

En el devenir de estas ultimas semanas, me he movido mas que los precios del mercadillo, que si pasas a las diez y media te piden 3 euros por dos kilos de tomates, si pasas a las doce son tres kilos dos euros y si vas a las dos menos cuarto cuando aprieta el hambre, por dos euros te llevas “ los que me quedan en la caja guapa”, que a lo mejor son cinco kilos.
El caso es, que para rematar un mesecito de viajes tanto en tren como en coche y por distintos motivos, digamos que combinando el turismo con las obligaciones, hemos culminado con una escapada en tren, esta vez si, sólo por placer, a Córdoba. Preciosa ciudad que recomiendo visitar fervientemente y que me ha deparado como no podía ser menos, un sinfín de anécdotas. Tantas y tan jugosas, que he tenido que dividir el relato en partes para no ponerme pelmaza.
Vaya por delante decir que lo hemos pasado divinamente y hemos disfrutado como enanos, pero a mi, esto del turismo, siempre me deja un puntito de mal sabor de boca con alguno de nuestros comportamientos vergonzantes cuando nos sacan de casa.
Por ejemplo, los souvenir que solemos comprar a nuestros allegados. Me he traído para uno de ellos, un delantal de lunares y volantes. Tengo yo uno con la receta de la paella impresa, otro con un mapa de Mallorca y los odio a los dos, menos mal que están ya llenos de lamparones y casi no se ven los dibujos, pero aquí me tenéis cometiendo el mismo error y llenando los cajones de las casas ajenas con un traje de faralaes para cocinar. Y lo mas triste es que cuando lo estaba comprando me gustaba, es mas, me encantaba el delantal a pesar de que todas las puertas de todas las tiendas de souvenir de la judería que eran unas cuantas, estaban llenas de delantales de volantes colgados. Cerrabas los ojos en la cama y veías volantes y lunares, pero aun así no paré hasta que me hice con el puñetero delantal para perpetrar un “regalo”, menos mal que en Córdoba al no haber playa, no me encapriché de una cestita llena de caracolas y estrellas de mar, ese fue el top ventas en Benidorm en 1980. Yo creo que rara es la casa de España que no tiene una cesta de caracolas o una jarrita que pone, “estuve en XXX y me acordé de ti”, pues ya te podías haber acordado de tu p...madre, seguro que pensó alguno cuando abrió el paquete.
Otro comportamiento que me crispa sobre manera (esta vez no fuimos nosotros), es el que tienen algunos turistas en los restaurantes. Seguramente antes de viajar se han empapado de las costumbres, gastronomía, cosas que ver y que comprar en su lugar de destino, además eligen cuidadosamente el restaurante en la guía de turismo, o por Internet, o se lo recomienda encarecidamente el recepcionista del hotel, con lo cual gozan de más información sobre “lo típico” que la guía campsa, pero todo eso no es razón suficiente para que, una vez sentados y con la carta en la mano y el camarero delante, suelten la horripilante frase que me recuerda a los catetos de ciudad del anuncio de la fabada:
-         ¿Qué es lo mas típico de aquí?
El camarero que tiene el culo y los oídos pelaos de ver y escuchar eso y cosas peores y además es un profesional, les canta tres o cuatro sugerencias tipiquísimas, a lo que viene la segunda parte sonrojante del dialogo:
-         Pero el salmorejo es aquí como en ...(póngase el lugar de residencia del merluzo)...con su huevo picado, su jamoncito por encima...
El camarero sin descomponer el gesto y con toda la educación, le responde:
-         Señor, yo no se como se hace en ..., pero el salmorejo cordobés que es el que se inventó aquí, si que lleva jamón y huevo.
El otro, lejos de pillar la fina ironía, encarga dos de salmorejo y algunas tapas mas de entre las sugerencias del sufrido empleado, después de coserle a preguntas (que si pica, que si lleva cebolla, que si esto está frito o a la brasa, que si es con salsa) y de soltar alguna “turistada” mas.
Dejando a un lado el aspecto guiri que todos llevamos dentro, también podemos fijarnos en la fauna y flora del lugar, aunque hay cosas que son iguales en todas partes, por ejemplo las gitanas que te ofrecen romero en teoría regalao, luego vas y le coges la ramita y te vas sin darles nada y te están lloviendo maldiciones cuando no insultos, hasta que las pierdes de vista.
A mi me dan un poco de miedo, pero reconozco que todo viene de un trauma de juventud. Un día, estaba con mi hermana y una amiga en el mercadillo del barrio del Pozo, que es uno de los mas grandes y famosos de Madrid y nos paramos en un puesto de toallas, recuerdo que por entonces, fumábamos todas y había varias personas con los cigarros encendidos, a lo cual el gitano del puesto nos dijo que cuidadito con los cigarros a ver si le íbamos a quemar el género.
Pues dicho y hecho, lo próximo fue el gitano exhibiendo la toalla con un agujero en el medio y diciendo (repítase esto con acento gitano):
-         Que hija de p..., fíjate como me ha dejao la toalla, si la cojo la mato...Como la pille la rajo, endevé la mala sombra...
Tuvimos que salir por piernas ya que el cigarro de mi hermana, era el que había causado el estropicio toallil.
Desde entonces siempre que veo a las señoras del romero me cambio de acera y así no tengo que rechazar su “regalo”.

Otro espécimen a tener en cuenta, es el maravilloso guía turístico que tuvimos en la ciudad y que da para un artículo en solitario, permanezcan atentos a sus pantallas y en breve les presentaré a Luis, alias “yo prácticamente construí la mezquita”.

2 comentarios:

  1. Hola, coincido en que cordoba es una ciudad preciosa y con mucho que ofrecer y las fotos que pones son prueba de ello ya que tambien son muy bonitas queria saber si tienes algo que decir en canto a los distintos
    hoteles de córdoba si es que son acogedores o no, ya que siempre me hospede con familia pero en mi proxima visita ellos van a estar ausentes

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  2. Mirna,
    en Córdoba hay muchos y buenos hoteles, yo estuve en uno estupendo, pero a nada que busques por internet encontrarás alguno que se adapte a tus necesidades.
    Besos y suerte

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