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miércoles, 15 de agosto de 2012

EnREDdados

Vaya por delante antes de que se me fría a comentarios punzantes, que este artículo lleva una buena dosis de autocrítica incluida, ya que yo, como usuaria ferviente de las redes sociales y adicta a Internet en general, caigo, he caído o caeré en muchos de los comportamientos aquí descritos.
Diré que ante todo, soy más usuaria de Facebook que de Twitter, que son las únicas redes sociales que utilizo regularmente. Me apunté al Google plus pero a fecha de hoy, sigo sin verle la gracia y lo mismo me ha pasado con Linkedin, una red supuestamente profesional pero que a mí, no me ha aportado nada en ningún sentido y por supuesto no me ha dado trabajo.
El caso es que uso más el Facebook por varias razones:
La primera es que visualmente me resulta más atractiva, las imágenes aparecen al momento sin tener que pinchar para abrirlas, los perfiles son más fácilmente cotilleables para ver las fotos y preferencias de los demás y la gente, por regla general, hacemos comentarios menos idiotas, no sé si esto es debido a que se puede uno explayar más.
Aún siendo usuaria bastante activa de Facebook, reconozco que hay patrones que ya me están empezando a cargar un poco de esta red, como por ejemplo esa moda que hay ahora de colocar la foto de Gandhi o de la Madre Teresa y a continuación una frase que pretende ser profunda, a veces del tipo de “Colchón Flex, entran dos y salen tres”, que si la pobre Madre Teresa levantara la cabeza y viera que se la han atribuido le daba un yuyu.
Compartir contenidos y enlaces de interés está muy bien, pero creo que no es de recibo, por ejemplo, que se tomen la molestia de leer una actualización de estado como “ Tengo un grano en la nariz del tamaño de Cuenca y he quedado para cenar con un tío macizo” y las personas que lo leen a las que, literalmente les estás gritando pidiendo ayuda, se limiten a pinchar en “me gusta”.
¿Qué es lo que te gusta hij@, el grano en la nariz, que el tío vaya a salir corriendo, que no me haya contestado ni el tato? ¡Destructores! Lo que se requiere en estos casos en una frase del tipo paños calientes ea, ea, sana sana culito de rana: “Seguro que no se nota nada y lo vas a pasar muy bien” o en su defecto un remedio casero de la abuela que te lo quite. O directamente cállate: si ahora tuviera a mano una foto de Gandhi pondría al lado: “si no tienes nada bueno que decir sobre los granos ajenos, mejor no digas nada” y la subiría al Facebook, seguro que me la comparte más de un@.
Con las redes sociales también he descubierto que además de por lo grande que sea tu coche o lo pequeño que sea tu móvil, hay gente que ahora tiene medido el tamaño del pene directamente proporcional a la cantidad y “calidad” de amigos que tienen en las redes sociales, y por si alguien pasa tres pueblos de ponerse a cotillear en su lista de amigos, ya se encargan ellos de mencionarlos cada dos por tres para que quede constancia de que les está siguiendo un deportista o actor que a lo mejor ni siquiera es él sino algún “contratao” que seguramente hace lo mismo con los que le siguen a su vez, pura inercia.
Otro tema es el de Twitter, como admite tan poco texto, la mayoría de usuarios se limita a poner cosas del estilo de: “ Cansado, me voy a la cama”, “ Comiendo un chuletón” o “Tengo hambre pero no me gustan los garbanzos” ¿Qué decir a eso cuando ni siquiera tienes un botón de “me gusta” que te saque del apuro? Pues yo en mi caso, me digo para mí misma “Qué gilipollas y a mí que me cuentas” y paso palabra.
Pero lo que me deja ya de piedra caliza, es el egocentrismo descomunal de algunos usuarios que a juzgar por los tuits y las actualizaciones de estado que se gastan, se ve que tienen como sueño húmedo protagonizar un reality de esos de Paris Hilton o Alaska y Mario, en los que todos los demás humildes usuarios seguimos con adoración sus problemas para ir al baño, sus dietas sus idas y sus venidas. Algunos incluso me dan un poco de miedo, con todos los asesinos en serie, ladrones y violadores que hay por el mundo y tienen instaladas ingeniosas aplicaciones geográficas que nos muestran cada día y al detalle por donde van  a correr (incluso los kilómetros que se hacen y las calorías que consumen. No, no es coña), la ruta que hacen para ir a trabajar, donde está su casa, donde están de vacaciones e incluso el restaurante donde están cenando en ese momento con la dirección y coordenadas GPS incluidas... ¿Por qué? ¿Tendrán en su corazoncito la secreta esperanza de que en cualquiera de esas actividades, cualquier día tome nota algún cazatalentos, tío bueno o mujer maciza, o millonario a punto de palmarla y se presenten delante de él o ella para ofrecerles el estrellato, para arrancarse la ropa y pedirles que les haga suy@ o para donarles toda su fortuna por guap@ e ingenios@? No, yo más bien creo que, simplemente, instalados en nuestro poquito de orgullo, soberbia y egocentrismo del que todos estamos dotados, no podemos resistirnos en ocasiones, a exhibir ante los demás lo que pensamos que tenemos de bueno en nuestra vida, normalmente cargada de rutina.
Luego y ya para terminar, está el deleznable caso de los cotillas profesionales, vouyers  descarados que se registran, te piden amistad y nunca más vuelves a saber de ellos, ni ponen fotos ni escriben nada. Esta raza de garrapatas cibernéticas, suele estar compuesta por: antiguos compañeros de colegio con los que en su día ni siquiera te hablabas, amigos de amigos de amigos que han visto alguna publicación tuya y les pica la curiosidad por cotillearte las fotos y las páginas a las que estás suscrito y luego se quedan ahí, en una especie de limbo, haciendo bulto y quizás incluso algún Aníbal Lecter en potencia que te está realizando el seguimiento antes de atacar, mi consejo: desactiva el localizador GPS y déjate de mapas, no vaya a ser que algún día salgas publicado, pero en vez de en Facebook en El Caso.

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