“Todo pasa y todo queda...”. Si aplicamos esto a nuestras
vidas, el resultado es mas bien triste, ya que uno toma conciencia del rápido
paso del tiempo, hace unos días preparando
las navidades y ahora ya con la mira puesta en la Semana Santa. Pasa el
tiempo y quedan por ejemplo, los kilos y las deudas, también los buenos
recuerdos (para que no digan que sólo veo lo negro).
Para mí, la cuesta de Enero no existe, es un mito. Lo que
existe realmente es una cuesta perpetua que dura desde reyes a semana santa, de
ahí a verano y de verano a navidades. Mal comparado, los españoles somos cada
uno como un escarabajo pelotero que arrastramos penosamente nuestra pelota de
deudas cuesta arriba, nos recuperamos un poco, llega un periodo festivo, nos
volvemos a endeudar sin conocimiento, rodamos por la pendiente y hala, a
empujar de nuevo cuesta arriba.
¿Y quien tiene la culpa de eso? Para mi hay dos culpables
que han hecho mucho daño a nuestra economía: nosotros mismos y las tarjetas de
crédito.
Recuerdo cuando yo era niña, lo pronto que aprendías que
el dinero es limitado. Es decir, había lo que había y nada mas. Si te lo
gastabas antes de tiempo o todo de golpe, después tenías que pasar unos días
sin nada hasta que llegaba la nueva “inyección monetaria”.
Los dos pilares inquebrantables en los que se sostenían
estas verdades de la economía doméstica eran dos incuestionables:
“La paga de los domingos” que me afectaba directamente,
pues era yo la que lo administraba, y “el sobre” que mensualmente y hasta que
se puso de moda ingresar la nómina en la cuenta bancaria, se entregaba en toda
casa de las de “Dios bendiga todos los rincones de este hogar”(que por entonces
eran todas) vía el cabeza de familia.
La paga de los domingos era siempre más bien escasa, debía
durarte hasta el domingo siguiente, aunque mis amiguit@s
y yo estábamos deseando que nos la dieran para ir en tromba y de punta en
blanco como corresponde al domingo, a la tienda a atiborrarnos de chuches, una
tienda que tampoco es como las de ahora, sino que vendían pan, leche y como
decían las madres “los olvidos” además de chucherías. El caso es que tu
llegabas con 25, 50 o 100 pesetas, lo que te correspondiera por edad, y contigo
5 ó 6 niños mas, te apalancabas en el mostrador y empezabas a enumerar el
pedido:
-
Una nube, un regaliz rojo, no negro mejor, una dentadura, un
ladrillo....
Y así durante varios minutos. La dueña que veía a las
clientes detrás esperando y que se le podían ir en cualquier momento se
cabreaba y empezaba a apretar:
-
Venga maja, te quedan 5 pesetas ¿te las doy de chicles?
-
No, de chicles no, de peta-zetas...¡no! de moras..o si no..
¡Zas! Las moras encima de la mesa con un golpe seco, que
quería decir que te las llevabas y punto.
-
¡hala, ya lo tienes todo!
Total que te pasabas un domingo estupendo con tus amig@s poniéndote ciega de caramelos y luego toda la
semana sin un chavo, pero pensando en lo que te ibas a comprar en cuanto te
diesen tu nueva paga, que también esa ilusión es muy bonita...
El tema de “el sobre”ya era otro cantar. Venía el
susodicho cabeza de familia (también conocido como: “quítate de ahí que se
siente tu padre, que viene harto de trabajar”) el primer día de cada mes con el
sobre en ristre, sobre que entregaba religiosamente a la madre, a la sazón, la
administradora única. Ella se hacía sus apartados, esto para la compra, esto
para los gastos de la casa, esto para comprar ropa a los niños que les hace
falta y siempre le sobraba un piquito que guardaba “ por si pasa algo”.
Hay costumbres que no se deben perder nunca: por ejemplo
el tema de que haya una administradora única es ideal, no todo Dios metiendo el
cazo en la cuenta. Resulta que tu crees que cuentas con X dinero y decides: “pues ahora me
voy y renuevo las toallas que este mes parece que vamos bien, y de paso a ver
si me miro unas camisas en las rebajas”, total que cuando ya tienes programada
tu excursión, viene el otro de trabajar:
-
He parado a poner gasolina y me he comprado un juego para la
play, que hace mucho que no me compro nada.
- “Joder” -Piensas mientras aguantas el tipo hasta que termináis de
cenar para meterte en Internet y descubrir que, de aquello que tu pensabas que
había, apenas quedan unos pocos restos y que todavía estás a 20 y faltan 10
días para que la cosa se reponga: "Pues yo sin toallas no me quedo, tiraré de tarjeta".
Y ahí es donde tenemos el segundo error de nuestro tiempo.
Has tirado de tarjeta para las navidades, has tirado de tarjeta para los reyes,
tiraste ya, de tarjeta para hacerte una escapada en Octubre que te hacía mucha
falta, y ahora llega Enero con las rebajas y claro, no vas a quedarte sin
toallas, vuelves a tirar de tarjeta.
En los tiempos del sobre no había tarjetas. En los tiempos
del sobre tu tenías la pasta y no había para juegos de play, que hay que
comprar toallas para la casa, aunque luego resulta que por lo que normalmente
cuestan unas toallas, en rebajas te comprabas eso, una camisa y un bolso, pero
eso era cosa tuya y de tu buena administración.
Ahora lo único que te queda es recoger tu bola cual
escarabajo pelotero y subirla centímetro a centímetro por el mes de Enero, el
de Febrero y hasta el de Marzo, eso sí, puedes aprovechar el recorrido para
recordarte a ti misma otra cosa: nunca mas, volverás a pregonar tus propósitos
para el nuevo año en público, así, la próxima vez que te pillen jalándote una
loncha de Jamón de la nevera a las 5 de la tarde no tendrás que escuchar a
nadie diciéndote con retintín:
-
¿Tu no estabas a dieta? Yo a esa dieta también me apunto.
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