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jueves, 14 de abril de 2011

Bodas, bautizos y comuniones

Yo, siempre que llega el temido trimestre de Abril, Mayo y Junio, me echo a temblar. Repaso mentalmente las edades de los hijos de mis amigos, y le pido a dios que a ninguna de las parejas que conozco, les de por contraer matrimonio.

Y si las conozco todavía pero, ¿y las que no conozco? Porque claro, llega mediados de Abril y respiras aliviada porque nadie de tu entorno ha manifestado su deseo de casarse, tampoco tienen hijos que vayan a hacer la comunión ni bebés en proceso de ser bautizado y ya, te frotas las manos.

Pero ¡Ah! incauta, de repente un día que vienes de Mercadona, miras el buzón y ¿qué te encuentras? Un sobre de color beige con unas palomitas dándose un besito con el pico. Rezas para que esto sea un error, y el afortunado invitado sea el vecino, que siempre te meten sus cartas en el buzón. Cuando miras temblorosa el remitente descubres que, efectivamente no es para ti, pero es para tu novio, lo que significa que vas en el lote.

Mierda, piensas, y encima no la puedo abrir, que yo soy muy respetuosa con el correo ajeno aunque sea de mi media naranja. Ya resignada, continuas con tu vida normal hasta que el susodicho se persona y ambos, al alimón, os decidís a desvelar el contenido del fatídico sobre como si estuvierais concursando en el un dos tres ¿será la ruperta o el apartamento?.

Resulta que la invitación es de un antiguo compañero de trabajo al que tu pareja, vaya por dios, le tiene mucho cariño y ambos arden en deseos de volverse a ver, así que lo sentimos, te ha tocado la ruperta y en un mes te vas de boda.

Una vez decidida la asistencia, vienen los detalles logísticos. El regalo no es problema, porque como ahora ya se pone el número de cuenta bancaria, eso sí, en bonitas letras góticas y arabescos, no puedes endiñarle la olla Express que te compro tu suegra cuando te mudaste y que tienes duplicada porque tu ya venias con la olla puesta de casa, a soltar la leña tocan.

Decidido ya el regalo y la dolorosa cuantía, hay que preocuparse de los modelitos. Con tu chico no hay problema, ya que los hombres, como en tantas otras cosas de la vida, en esto también tienen mas suerte que nosotras y capean el vestuario del temido entretiempo, quitándose la americana y quedándose en mangas de camisa, asunto resuelto. Nosotras ya es harina de otro costal. Te pones a repasar tu armario porque estás segura de que tienes un par de vestidos que te pueden servir muy bien. El primero no te vale y el segundo es blanco. Resulta que en el código no escrito de las bodas, lo correcto es que nadie le robe protagonismo a la novia, por ejemplo, yendo de blanco, así que a ti, te toca ir de compras.

En otras circunstancias es esta una grata tarea, pero en un mes en el que has tenido que pagar la contribución y el seguro del coche, y por añadidura dar la orden de transferencia a la cuenta del pergamino de los palomos dándose besitos, te supone un verdadero trastorno.

A eso añádele que estamos en una estación en la cual, lo mismo te llueve que te hace un calor que te torras, así que te tienes que meter en el corte ingles que para estos eventos es bastante socorrido y comprarte un vestidito de entretiempo. Traducción: vestido NI. Ni corto ni largo, ni claro ni oscuro, ni muy gordo ni muy fino, ni con manga larga ni con manga corta, o para abreviar: un odioso vestido de color pastel probablemente con algo de encaje y que seguramente no te pondrás nunca más porque no es para nada tu estilo.

Lógicamente, después del vestido te dirijes renegando a la zapatería porque tu, tampoco tienes zapatos adecuados para un vestido semejante. Ya asqueada, decides delegar en la dependienta y le enseñas el trajecito pidiéndole que te busque unos zapatos que peguen y que no tengan mucho tacón. Uy, te dice, que vestido mas mono, a eso le van unos zapatos en color nude. Te despiertas del letargo que te invade mientras va a buscar el calzado, preguntándote que color es el nude ese...uhm, parece que la cosa se anima.

Falsa alarma. Resulta que el nude es color carne. Ya no se llama beige, ni blanco roto, ni crudo, ni color hueso, ahora que somos europeos se llama nude, pues vale. Te los llevas resignada, otros al fondo del armario y la cuenta ya temblando, pero ya está, ya lo tienes todo.


El día de la boda te vas a la peluquería, te peinan como a tu abuela, te encasquetas el vestido color pastel y los zapatos nude y te pones en marcha, pensando que al menos, pasaras una tarde agradable y conocerás al compañero de tu novio.

Otro error. En la boda solo conocéis al novio y claro, en las circunstancias en las que se encuentra el pobre, tampoco se va a pasar toda la tarde con vosotros, así que después del abrazo inicial y del gracias por venir no le veis mas el pelo. Encima la boda es un buffet que os obliga a pasar toda la velada de pie como dos pasmarotes, alargando la mano a cuanta bandeja pasa por delante y charlando de vuestras cosas con cara de circunstancias. Y los zapatos nude de las narices te están asesinando, por lo que decides emborracharte hasta perder la sensibilidad o la vergüenza, que tanto da una que otra y prometiéndote interiormente que la próxima veas un pergamino en tu buzón probaras en él, tu nuevo mechero para la cocina.

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